Ópera ‘Don Giovanni’ en Santiago y Puerto Montt: Un logro musical.

Don Giovanni y Doña Elvira

 

Por Jose Luis Arredondo A.

De las tres óperas que Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) compuso con libreto de Lorenzo Da Ponte (1749-1838), ‘Las Bodas de Figaro’, ‘Cosi Fan Tutte’ y ‘Don Giovanni’, es en esta última donde el genio austriaco alcanzó su cota mayor de creatividad y profundidad compositiva a la hora de poner un drama en música.

Estrenada en 1787, ‘Don Giovanni’ quedó inscrito en la historia de la lírica como un ejemplo y modelo de ópera que resuena hasta hoy a 229 años de su estreno. Ejemplo y modelo porque los especialistas que la han analizado a través del tiempo aquilatan la perfecta combinación de sus elementos teatrales y musicales en un cuadro que resalta por una parte la acabada psicología de todos sus personajes y por otra la portentosa fuerza dramática y belleza de su música, en un equilibrio que la coloca en la cima de la perfección en cuanto a escritura teatro-musical.

Con esos aspectos, unidos a una brutal pintura de la vida de nobles y plebeyos en esa época y gracias a la asertividad en la construcción de los caracteres, logra cruzar los tiempos y  empinarse como uno de los más acabados cuadros sobre la condición humana que podamos encontrar en una obra lírica.

‘Don Giovanni’ es una obra sin fisuras, un texto musical que fluye y corre como un río de principio a fin y en el que cada nota y acorde expresan las emociones de cada personaje y la situación que en ese momento está viviendo.

Por lo mismo, aventurar una adaptación es un desafío de marca mayor y una prueba de fuego para quien la emprenda, ya que seleccionar qué escena eliminar o qué personaje sustituir en una obra que funciona como un mecanismo de reloj suizo, es tarea ardua, compleja y difícil, por la dificultad que presenta una partitura en la que cada escena se justifica a sí misma en un contexto mayor en que nada falta y nada sobra.

Así, resulta absolutamente meritorio el logro de  la adaptación cuya primera función ante público (en una suerte de preestreno) se llevó a cabo esta semana en la Sala Claudio Arrau del Teatro Municipal de Santiago. Adaptación que debuta este fin de semana en el Teatro Diego Rivera de la ciudad de Puerto Montt y que cuenta con un destacado grupo de solistas chilenos que logran dar todo el ancho que precisa esta obra musical.

Sólido elenco chileno

El primer y más claro mérito es que, reduciendo la duración a un poco menos de dos horas (la obra completa dura tres horas), esta versión entrega toda la rica gama de situaciones para que el público aquilate debidamente la personalidad y devenir de cada personaje. Esto ocurre porque se concentra la acción en los momentos claves y «medulares» de la obra y en las escenas dónde cada carácter se presenta en su exacta dimensión dentro del total.

Es un desafío de proporciones que obliga al intérprete a exacerbar la agudeza con la que debe hacer su entrega, ya que debe con un sólo trazo, fuerte, claro y contundente, presentarse de cuerpo entero con toda su complejidad y todo el drama que lleva dentro en un tiempo de desarrollo bastante menor al que tiene si fuese la pieza musical completa.

Refrenda este mérito el nivel alcanzado por un joven contingente de cantantes que superan esta prueba de fuego con mucha seguridad y lucen la técnica suficiente para abordar con total solvencia una partitura que los obliga a echar mano de una enorme capacidad actoral por una parte, y musical por otra.

El Don Giovanni del barítono Ramiro Maturana da desde el inicio en el clavo de la personalidad del libertino personaje. Arrogancia y desparpajo son sus leit motiv para configurar en cuerpo y voz a este arquetipo del abusador que busca darse placer sexual con cuanta mujer se cruza en su camino. Maturana pinta un libertino seguro, seductor y oportunista.

En un rol que han cantado todos, o casi todos, los grandes barítonos de la historia, este joven intérprete no desmerece en absoluto y da muestras, en su entrega, de excelentes dotes interpretativas. Apoyo fundamental en esto es su color vocal, oscuro, templado y a la vez brillante, bien matizado y de excelente volumen y resonancia. Ramiro Maturana es un Don Juan voluptuoso que siempre es dueño de la situación en la que está presente.

La soprano Paulina González vuelve a dar muestras de su enorme talento con una Doña Elvira siempre al borde de un ataque de nervios, pero irremediablemente enamorada del libertino. Ella lo odia por que la engañó, pero lo ama al mismo tiempo y estos dos elementos luchan permanentemente en su interior.

Paulina González es una Elvira inquieta e iracunda, que trasunta en su entrega vocal el drama de querer vengarse de Don Giovanni y, a la par, necesitar que éste vuelva a amarla. El suyo es un notable desempeño vocal para asumir con propiedad toda la agilidad y coloratura que el rol precisa junto al dramatismo de la mujer abusada, todo esto envuelto en esa cualidad de belleza y delicadeza presente en cada una de sus arias, una cualidad mozartiana, que aún en las peores circunstancias imprime una nota de tinte sublime.

Doña Ana queda en manos de la soprano Andrea Aguilar, otra de las victimas de Don Giovanni. Aguilar es una Ana sufrida y doliente, pero con una clara sed de venganza. Esto queda de manifiesto en un canto de mucho carácter, fuerte, rotundo y bello, ágil y dramático a la vez que tenso, vibrante en su dolor y con un fondo de arrebatada pasión. Es una joven intérprete que sale muy bien parada de un desafío vocal y actoral de marca mayor.

Bien el Leporello del baritono Arturo Jiménez, el sirviente de Don Giovanni, forzado cómplice de las correrías de su amo y, por momentos un aprendiz que se intuye claramente, no duda en aprovechar una circunstancia en beneficio propio, como si Mozart y Da Ponte nos dijeran que más que la ocasión es la personalidad lo que hace al ladrón. Jiménez es un Leporello campechano y un tanto primario, ingenuo y no muy vivaz y con un dejo de cansancio de seguir a su abusador amo en tanta mala aventura. Posee una voz potente a la que, sin restar méritos a su entrega en un rol tan complejo, le falta matiz.

El tenor Felipe Catalán se muestra casi sin fisuras en su Don Octavio (el prometido de Doña Ana), noble y entregado a la causa de su amada. Excelente su primera aria (‘Dalla sua pace’) y muy bien en la conformación de un carácter que va de lo anodino a un desenlace en el que se obliga a tomar fuerza para unirse a la venganza de su amada. Un canto de tinte noble, templado y, a pesar de algunos problemas en el legato y la respiración en algunos pasajes, sabe empinarse a la calidad total del conjunto.

Notable lo del joven bajo-barítono Matías Moncada (23 años de edad), para asumir a esta edad un rol en el que generalmente se coloca un cantante que ya viene de vuelta. Moncada es un Comendador (padre de Doña Ana que muere a manos de Don Giovanni al inicio de la pieza) potente y rotundo, muy seguro y con una voz que en nada denota su juventud, que luce gran expresividad en la zona media y con bajos de gran textura y sonoridad. Todo un logro que destaco con especial énfasis.

Al piano el maestro Juan Luis Edwards coronó una gran velada. Su desempeño entró por momentos de muy buena forma en el juego teatral del elenco, así más que compañía musical, es parte integrante del todo que nos llevó a disfrutar, una vez más, de esta obra maestra de la música.

Esta versión cuenta con sobretitulos y tiene ambientación de época con vestuario del Teatro Municipal de Santiago.

Estreno: 4 de junio en Teatro Diego Rivera de Puerto Montt.

 

 

Un comentario sobre “Ópera ‘Don Giovanni’ en Santiago y Puerto Montt: Un logro musical.

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  1. Da mucho orgullo, saber de juventud nuestra involucrada en estas actividades artísticas de tan alto rango , más aún, si se piensa que hay tantos metidos en * Malas Artes * , precisamente al revés de esta juventud. Sinceramente, los Felicito, El tío Dago.

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