Por José Luis Arredondo A. //
Un día gris y frío, tres mujeres (La Menor, La Otra y La Mayor) esperan tras la barra de un café, que por el uniforme puede ser de la cadena Haití o Caribe, a una cada vez más escasa clientela. La espera en soledad alarga el día y hace reflotar recuerdos y reflexiones sobre sus vidas, el pasado y el presente se verbalizan en forma de dialogo entre ellas o de monólogo que pone al espectador como testigo de sueños y esperanzas, que en su mayoría se frustraron. Son tres vidas que intentan salir adelante en medio de un tiempo adverso para su ocupación, un tiempo en que la mayoría de los clientes han emigrado a otros cafés, a esos en los que uno no ve el interior del local y que, según dicen ellas, se ofrece algo más que el negro brebaje.
«Un minuto feliz» es obra del dramaturgo y cineasta argentino Santiago Loza (La mujer puerca), un texto fruto de una residencia del autor en el Centro GAM el año 2015, y que básicamente se sumerge en el mundo de quienes atienden en los llamados «cafés con piernas» a través del relato de las vidas de estas tres mujeres, que bien pueden ser una sola en distintos momentos de su existencia, ellas nos van narrando parte de la rutina del café, y de la trastienda del mismo, mientras repasan su vida pasada y presente entrelazando en la narración las características de su ocupación con una suerte de desahogo de sus anhelos y frustraciones, adivinamos que el oficio tuvo mejores épocas y hoy sufre los embates de otro tipo de locales en los que la atención es mucho más «cercana» a la que ofrecen ellas.
El título está tomado de algo que asemeja un mito urbano, hace años existió en calle Moneda, casi frente al Teatro Municipal, un café llamado «Barón Rojo», se supone que ahí, en algunos momentos del día, una de las chicas se desprendía de la parte de arriba de su «uniforme» (un bikini), para solaz de toda la concurrencia. Nunca nadie ha podido dar fe y certeza de que ese feliz minuto existiese, y más parece que fue fruto de una hábil estrategia de marketing que de una realidad. El caso es que Loza juega irónicamente con este título en un muy buen texto que devela tres existencias que no están precisamente pasando por un buen minuto y que ansían, en un improbable futuro, la llegada de un minuto feliz, ese que recompondrá las piezas sueltas e iluminará un oscuro presente con una luz de esperanza que de fuerzas para seguir adelante.
La dirección de Aliocha de la Sotta, extrae todo el potencial del texto a través de dos caminos que se hacen uno, privilegiar la entrega de este por medio de unas actuaciones de contenida expresividad, dejando que el peso de la historia, hecha palabra, nos llegue fuerte y rotundo en su desolación. Para esto acentúa el carácter testimonial de estas tres existencias como si expusieran ante una audiencia la cadena de hechos que construyeron su presente, son tres narraciones unipersonales que toman forma de dialogo o monólogo para refrendar la carencia de un horizonte claro y concreto en el que cifrar las esperanzas. La única alusión concreta a un cliente la hacen para referirse a un ciego que es habitúe del local y que, en algún momento, se ha relacionado con La Menor y con La Otra fuera del café, el ciego también es un ser en conflicto con su vida y se hermana de alguna forma en la soledad, a pesar de ser autor con una de ellas de un episodio de abuso.
La puesta en escena, mediante el uso de una luz más bien tenue o mortecina, confiere una acertada atmósfera a los conflictos expuestos y centra el potencial de la obra en unas muy logradas actuaciones que logran sostener los sesenta minutos que dura la obra, toda la carga emocional que contiene el relato.
Coca Guazzini (La Mayor) da a cabalidad con el carácter del personaje que ha envejecido en el local y que de alguna forma es el reflejo del futuro que les espera a sus otras dos compañeras. Guazzini entrega verdad y credibilidad en un personaje crepuscular y levemente esperanzado en una próxima vejez tranquila en la que el ansiado minuto feliz se haga realidad.
Paula Zuñiga (La Otra) humaniza y da vida a un rol que está mas bien dibujado desde el arquetipo de la mujer de extracción popular, con un habla afectada y unos modales de forzada urbanidad, Zuñiga logra con oficio y calidad configurar una mujer de temple y muy proactiva, una chilena hecha a si misma en el rigor y el esfuerzo y que da la lucha hasta el final tras ese minuto que las tres anhelan.
Caro Quito (La Menor) demuestra que debe ser una de las mejores actrices de su generación, su trabajo es expresivo y limpio, nos hace llegar una joven llena de dudas y temores ante su poca experiencia en este tipo de ocupación, con una entrega llena de matices que con economía de recursos y mucha seguridad configura un carácter complejo que se aleja del clisé de la niña primeriza.
«Un minuto feliz» es un valioso trabajo de texto, dirección y actuaciones, que en apretados y cargados de emoción y tensión sesenta minutos, logra crear, mas que recrear, el imaginario en torno a estos locales donde hombres, y también mujeres, acuden a desahogar penas, alegrías o amarguras, con la esperanza de ser escuchados y entendidos por alguien que junto a un café esta ahí para eso: escuchar y consolar, o reír con una broma, sin evidenciar que su vida está tanto o más conflictuada que la de su cliente.
«Un minuto feliz» (de Santiago Loza). Dirección de Aliocha de La Sotta. Iluminación y Escenografía de Rocío Hernández. Diseño Sonoro de Fernando Milagros. Actúan Coca Guazzini, Paula Zuñiga y Caro Quito.
Nueva temporada: Del 4 al 27 de noviembre 2016. en el Centro Gam
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