Por José Luis Arredondo.
Censurada en su estreno en 1978 por el vicerrector de la Universidad Católica en dictadura, Hernán Larraín, la icónica obra de Marco Antonio de la Parra volvió al escenario del Teatro UC bajo la dirección de Álvaro Viguera. La pieza sigue cautivando gracias a sus potentes personajes y su historia.
En un surreal restaurante llamado «Los Inmortales» (espacio imbuido de un sentido alegórico y metafórico de nuestra historia post Golpe de Estado), tres garzones y una encargada repiten hora tras hora y día tras día, como un infernal ciclo de rutinas, las acciones propias de quienes se preparan para atender a su clientela, que en este caso no acaba de llegar, ya que el sitio se encuentra misteriosamente clausurado, y no se permite que nada ni nadie entre o salga.
El único contacto con el exterior para los personajes es posible si alguien de adentro se atreve a mirar lo que sucede en el exterior, o si alguien de afuera fuerza la entrada, cosa que al inicio de la pieza no ocurre ni ha ocurrido.
Son seres fantasmales que habitan un espacio onírico y extraño, como un mal sueño. Están atrapados en ritos cargados de violencia y humor negro. Practican una y otra vez cómo poner una mesa y atender a un imaginario cliente que nunca llega. Anotan y llevan cuenta de un inventario que permanece inamovible desde hace mucho. Contabilizan absurdamente pero con mucha convicción, disciplina y rigor, desde sombras y reflejos en los espejos hasta cucarachas y roedores.
Todos afinan los preparativos para cuando haga su arribo el ex senador de la República, Estanislao Ossa Moya, fiel representante tanto de la oligarquía como la derecha política nacional; insigne demócrata que, paradójicamente, su mismo sector ayudó a destruir en complicidad con las Fuerzas Armadas. En el intertanto, los personajes se debaten entre diferentes posturas, que van desde continuar con las vacuas rutinas hasta dar un giro a los acontecimientos y romper el círculo vicioso que los asfixia, y romper así la barrera que los aísla de la realidad y la esperanza de un eventual mejor futuro.

Buenas actuaciones
Era esperable que una obra de estas características fuera mirada con recelo por las autoridades de la dictadura; lo inquietante es que seguimos atrapados en una correlación de fuerzas de semejantes características. A 50 años del Golpe, aún vivimos co-gobernados, cuando no directamente gobernados, por la derecha política y económica, y permanecemos atrapados en un bucle temporal casi similar al que atrapa a los personajes de la obra de De la Parra. Esto habla de la vigencia del texto y su permanencia, casi incólume, a través de casi medio siglo.
«Lo crudo, lo cocido, lo podrido» es una obra hija de su época y del contexto histórico-político, surgida a fines de una década que vio nacer y morir el proyecto de gobierno de la Unidad Popular, y luego, vio el advenimiento de una de las dictaduras más feroces que imperó en nuestro continente.
El texto se sitúa desde la alegoría y la metáfora en una época oscura y siniestra, en la que la muerte de muchas y muchos enlutó a buena parte de la sociedad; era un Chile de pesadilla, oprimido y reprimido, asfixiado por un régimen criminal. Esto de por sí condiciona la estética de una puesta en escena, que, a mi entender, debe reflejar -aunque tome distancia histórica de la época- la atmósfera en la que se desenvuelven los personajes.
La puesta en escena de Alvaro Viguera carece de este ambiente pesadillesco, y el elemento onírico está subrayado por el texto pero no lo vemos. Se extraña la penumbra, las sombras, las tinieblas que imperan al interior de este espacio enclaustrado.
En el diseño escénico el espectador no percibe el olor rancio que expele ese lugar y la asfixia que el restaurante debiera provocar en los personajes y el público. Estamos ante una puesta de apariencia casi aséptica, algo que no se condice en el fondo con la naturaleza misma de la pieza de De la Parra.
No obstante el montaje del Teatro UC se sostiene bien por un sólido conjunto de actuaciones, entre las que sin duda destacan las de Marcela Salinas, Mariana Muñoz y Francisco Ossa.
«Lo crudo, lo cocido y lo podrido», de Marco Antonio De la Parra | Dirección Álvaro Viguera | Elenco Mariana Muñoz, Marcela Salinas, Francisco Ossa y Luis Cerda | Asistente de Dirección Pascale Zelaya | Diseño de escenografía e iluminación Rodrigo Ruiz | Diseño de Vestuario Andrea Contreras | Maquillaje y pelucas Carla Casali | Música Camilo Salinas | Producción Teatro UC.
En cartelera en Teatro UC (Jorge Washington 26, Ñuñoa) hasta el 3 de junio de 2023, de miércoles a sábado a las 20.30 horas. Sala Ana González / 1er piso. Duración: 90 minutos. Edad recomendada: Mayores de 14 años. Entradas disponibles en Ticketplus y boletería del teatro.
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