Opera «Lady Macbeth de Mtsensk», en el Municipal de Santiago: Descarnado dramatismo y telúrica fuerza trágica.

ladymacbeth

Por José Luis Arredondo A. //

Penúltimo título de la temporada lírica 2017 en el Municipal de Santiago y el ambiente era de una tensa calma el pasado jueves 12, día de la primera función con elenco internacional.

La huelga de los técnicos ya adelantaba que lo que veríamos no sería la aplaudida puesta en escena del regisseur argentino Marcelo Lombardero, misma que apreciamos en todos sus méritos en la temporada 2009, sino una versión de concierto o un semi montaje.

Finalmente lo que se escenificó fue algo cercano a esta última opción; en escena tres hileras de sillas rojas dispuestas de frente al público y a lo ancho del escenario, más unas laterales a izquierda y derecha. Tres focos de luz cenital (que cae vertical sobre el escenario) y un fondo negro tras la última fila de sillas y a los costados.

Solución que no es ni mucho menos la mejor, pero que en este caso, a mi me parece que funciona perfectamente dentro del ambiente de hondo dramatismo que reviste la pieza musical.

«Lady Macbeth de Mtsensk» es una obra de profundo sentido trágico, el descarnado retrato de una mujer victima del machismo, la opresión y los abusos de los hombres que la rodean. Dimitri Shostakovich (1906 – 1975), quiso reflejar en las historia y en la protagonista, la situación de la mujer abusada en la Rusia pre revolución, lamentablemente la pieza fue mal apreciada por Josef Stalin, quien la sepultó en la prohibición y el olvido hasta el día de su muerte.

Katerina vive en una finca junto a su esposo Zinovi, un ser pusilánime y débil y su abusivo y déspota suegro Boris. Llega a trabajar al lugar el joven Serguei, la atracción es inmediata y la pasión da paso a desgraciados hechos que van hundiendo sostenidamente a la protagonista en la desgracia. Una obra en la que la violencia y un filoso erotismo envuelven los hechos que llevan a sus protagonistas a fatal desenlace.

Shostakovich reviste la historia (la novela homónima de Nikolai Leskov), de una musica lacerante, una partitura que en cada acorde refleja en profundidad el drama que viven los personajes, es como si el compositor diseccionara el espíritu y el alma de cada rol y lo tradujera en sonidos. En ese sentido es una música de notable intensidad, tensa, grandiosa en su orquestación y profundamente lírica cuando refleja el sentir de la protagonista.

En la presente versión, y dado que no hay en rigor «puesta en escena», el peso recayó de forma total en los interpretes, y debo decir que cada cual, desde los protagonistas al coro, reflejan de manera total la fuerza y el dramatismo de este verdadero réquiem.

La Katerina de la soprano Elena Mikhaylenko llena el rol en toda su extensión vocal y teatral; su timbre es robusto, brillante y acerado, inunda la sala y logra tocar cada fibra de este personaje signado por la tragedia desde un inicio. Mikhaylenko brilla tanto en el canto como en la voz hablada, lo que da fe de un talento dramático que calza a la perfección con las exigencias del papel.

El bajo Alexey Tikhomirov se hizo acreedor a una verdadera y merecida ovación la noche de estreno, su Boris raya en la perfección al encarnar magistralmente al suegro de la protagonista, un ser déspota, abusivo y cruel, encarnación viva del patrón de fundo que trata a todos sus trabajadores como si fueran de su propiedad, un ser misógino representante del abusador que subyuga al pueblo gracias al poder que detenta. Voz portentosa, notable volumen y gran presencia escénica.

Corre a la par del marido de Katerina, Zinovi, encarnado por el tenor Boris Stepanov; el cantante configura un carácter anodino, cobarde, astutamente pusilánime para ocultar su subyugación al poder de su padre Boris. Gran labor de Stepanov, que con equilibrio se maneja entre esas dos fuerzas de la naturaleza que son Katerina y Boris.

El Infiel amante Serguei, a cargo del tenor Mikhail Gubsky, resulta el complemento ideal del grupo humano de abusadores, aporta su grano de arena a la desgracia de la heroina y el interprete lo configura en toda su dimensión de seductor y mujeriego. Gubsky corre a la par del notable desempeño de los protagonistas.

La mezzo Evelyn Rámirez es una excelente Sonyetka, una mujer que seduce a Serguei frente a los ojos de Katerina, su timbre oscuro se presta a la perfección para encarnar a esta mujer siniestramente seductora y de despiadada sensualidad.

Misma cosa la soprano Paola Rodríguez, de breve pero intensa performance. El bajo-barítono Sergio Gallardo, que habitualmente vemos en roles buffos aquí logra enorme expresividad en la cara opuesta de la moneda, encarnando al Molinero y al Jefe de Policía, dando cuenta de una enorme versatilidad vocal y escénica.

No se quedan atrás en la calidad de la propuesta interpretativa el tenor Gonzalo Araya, el barítono Javier Weibel, el bajo Alexander Teliga, el tenor Claudio Cerda, el tenor Gustavo Morales, el tenor Francisco Huerta y el bajo-baítono Matías Moncada. Conjunto que sella con absoluta calidad un encomiable trabajo escénico dadas las circunstancias en las que se presenta la ópera.

Una vez más el Coro, bajo la dirección de Jorge Klastornick da pruebas de estar a la altura de grandes desafíos interpretativos, como en casi todo el repertorio lírico ruso, su participación es clave y demandante, son la voz del pueblo, de la masa, los hombres y mujeres que rodean a katerina y que enmarcan en tono profundamente trágico los sucesos acaecidos. El conjunto de cantantes saca adelante un verdadero réquiem y el cerrado aplauso del público es merecido premio a una labor de primer orden.

La dirección orquestal del maestro Konstantin Chudovsky demuestra que está «en su salsa» conduciendo esta obra. Labor brillante que arranca a la Filarmónica un sonido télurico, estremecedor y muy emotivo en los momentos íntimos. Toda la brillantés de la orquestación servida en bandeja de plata, y cada detalle expresivo de los entimientos puestos en escena reflejados a la perfección en el sonido que nos hace llegar.

En la raya para la suma destaco de manera absoluta la calidad de la propuesta, si bien es cierto que se extraña la puesta de Lombardero, no es menos cierto que el despojo escénico: las sillas rojas, la luz cruda y los interpretes de riguroso negro; no desentonan con el carácter trágico de la pieza.

Mi recomendación es no perdérsela; los méritos musicales, que la colocan entre los grandes títulos de la lírica de siglo XX, están intactos; y lo que se ve en escena no desmerece el espíritu de la pieza, en lo que hace a su trágica esencia.

Solo me resta esperar que los problemas se soluciones de la mejor manera posible y podamos así disfrutar, lo que resta de temporada, de los espectáculos tal como son concebidos por los equipos creativos.

«Lady Macbeth de Mtsensk». Funciones los días 12, 14, 16, 17, 18 y 19 de octubre. con elenco internacional y nacional.

 

 

 

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