Triunfal ‘Turandot’ con solistas chilenos y entradas agotadas

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Por José Luis Arredondo A.

Tras cinco años de ausencia volvió la «Princesa de hielo» al Teatro Municipal de Santiago y, tal como en 2009, regresó en la descomunal producción del fallecido director de escena argentino Roberto Oswald, esta vez con reposición del destacado vestuarista Anibal Lápiz.

La monumental obra póstuma de Giacomo Puccini (1858 – 1924), concluida en discutible forma por su colaborador, el compositor Franco Alfano, se estrenó mundialmente en el Teatro Alla Scala de Milán en 1926, bajo la batuta del maestro Arturo Toscanini. Desde entonces, es número obligado en todo teatro de ópera a nivel mundial.

Ayuda a su éxito el hecho de que su vistoso exotismo va muy de la mano con una música de perfecto equilibrio entre lo íntimo y lo espectacular. ‘Turandot’ posee una partitura en la que abundan pasajes de enorme belleza y delicadeza melódica (como los que canta Liú) en alternancia con otros imbuidos de espectacularidad y tremenda exigencia (Turandot y Calaf), todo inserto en tres actos de prodigiosa orquestación.

La imponente producción de Roberto Oswald para este título (concebida originalmente para el Luna Park de Buenos Aires) en general luce espectacular pero ahoga en su tamaño al no tan grande escenario del Municipal. Así y todo, señalemos que esta versión logra imponerse en el gusto del público, que con justa razón, agotó rápidamente las entradas para las siete funciones programadas hasta este 28 de septiembre.

En su versión estelar (cantada íntegramente por solistas nacionales a excepción de la argentina Mónica Ferracani en el rol titular) el debut no pudo ser más auspicioso para los artístas chilenos, quienes se ganaron la ovación de la audiencia al imponer su calidad, en terminos generales y grupales, por sobre el elenco internacional.

Mónica Ferracani saca adelante el rol de Turandot a pesar de contar con una cuerda más lírica que dramática. Esto se nota principalmente en el aria «In questa regia», donde sus agudos lucen un tanto forzados y débiles en cuanto a volumen. En lo escénico, no obstante, su desempeño es solvente y otorga el debido histrionismo a este personaje de grandes exigencias.

El principe Calaf que compone José Azocar se impone por calidad y experiencia. El tenor chileno luce seguro y cómodo en un rol que ya domina plenamente, y maneja muy bien el delicado equilibrio entre lo lírico y heroico que tiene el rol. Asimismo, su musicalidad en la emisión suple cualquier dificultad vocal a la hora de acometer arias tan distintas como la intima «Non piangere Liú» y la exultante «Nessun Dorma».

La esclava Liú de Paulina González es el punto más destacado de este elenco de muy alto nivel. Se trata de un personaje de trágica y delicada belleza, la última de las sentimentales heroínas puccinianas, que la joven soprano osornina encarna con precisión y emotividad.

Paulina González se apoya en su bello timbre y en su gran sentido del fraseo para ofrecer, una vez más (como en su reciente Desdémona Verdiana en este mismo escenario), un trabajo formidable, con sus pianissimos y el sentido dramático que pone en su accionar físico. Es una Liú de tomo y lomo, la muchacha símbolo del amor incondicional que da su vida para salvar la de su amado Calaf.

Sólidas performances entrega también el rey Timur del bajo-barítono Homero Pérez Miranda, quien en su breve despedida de Liú en el último acto consigue uno de los momentos más emotivos de la función; y el estupendo trío de consejeros que forman Sergio Gallardo (Ping), Pablo Ortiz (Pang) y Sergio Járlaz (Pong).

La orquesta, bajo la conducción del ucraniano Andriy Yurkevych, brilla más que nunca en esta oportunidad. Toda la riqueza crómatica y la espectacular orquestación de esta partitura se aprecian a cabalidad, con gran equilibrio en los momentos brillantes y los íntimos y un gran sentido del tacto para no sobrepasar en volumen a los cantantes solistas.

Destacable igualmente resulta la labor de Salvatore Caputo (director de coro invitado), que hace lucir al poblado conjunto vocal en una ópera en la que le corresponde una parte fundamental -desde la invocación a la luna en el primer acto hasta el exultante «Gloria a te» del final.

La ópera de la déspota y sanguinaria princesa china se constituye así en un momento muy logrado de la temporada 2014. Ojalá en una próxima reposición podamos escuchar ‘Turandot’, con el final alternativa compuesto por Luciano Berio.

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