Ópera “La compuerta Nro. 12”, de Miguel Farías, pone en música e imágenes la miseria, la angustia, y la tragedia de los mineros del carbón

Por José Luis Arredondo.

La niñez en Lota era breve en los tiempos en que se explotaba la mina de carbón. La vida laboral empezaba a muy temprana edad en el fondo húmedo y oscuro de la tierra, desde donde se extraía a fuerza de picota el material que enriquecía día a día a la familia Cousiño a costa del sudor, la sangre y las lágrimas de cientos de hombres de toda edad.

Este mundo de esfuerzo, miseria y explotación fue el que reflejó con crudeza el escritor Baldomero Lillo (1867-1923) en el libro “Sub Terra: cuadros mineros” (1904), un conjunto de cuentos breves entre los que destaca “La compuerta Nro. 12”.

En este relato, Lillo narra la vida de Pablo, un niño de 8 años que es llevado por su padre a trabajar a la mina, ya que con un solo proveedor en casa no alcanza para vivir ni de forma miserable. Pablo, en el límite de sus pocas fuerzas a esa edad, deberá abrir y cerrar la compuerta por donde transitan los vagones llenos de carbón hacia la superficie. Allí, en lo profundo de la tierra, el chico dará inicio a una vida de brutal esfuerzo y sacrificio, en la que se muere un poco cada día, jornada tras jornada.

Es este relato, musicalizado y dramatizado por el compositor chileno Miguel Farías (nacido en 1983) es el que acaba de estrenar el Municipal de Santiago, en una producción digital que se transmite via streaming, con dirección escénica y audiovisual de la directora de escena nacional Christine Hucke.

Farías trabaja la historia como si fuera un racconto, y en ella vemos a un Pablo adulto convertido en artista pintor, que habita un humilde taller donde el amargo recuerdo de sus días de niñez trabajando en la mina de Lota lo persigue como una obsesión. El pintor ha graficado esos aciagos días en dibujos al carbón (técnica muy pertinente dado el caso), que parecen sacados de un mal sueño.

Así, en los bocetos vemos llegar al pequeño Pablo, de la mano de su padre (quien le ha dicho se trata de un paseo), hasta la mina donde pronto le señalan su lugar de trabajo. Asoman también imágenes de su pobre familia y otras figuras que recrean la miseria y el ambiente reinante al interior del filón.

Son imágenes que torturan y enloquecen al protagonista, lacerantes recuerdos de una vida de abuso y explotación que lo persiguen y lo han marcado hasta convertirlo en un hombre fracturado, quebrado anímica y mentalmente.

La música de Farías está trabajada en dos planos que interactúan, con una base y despliegue tonal infiltrada de disonancias que reflejan muy bien el estado mental y espiritual del protagonista. Es una partitura que recrea las atmósferas, sensaciones y emociones del encierro, la humedad y la oscuridad a la que está sometido Pablo niño, y la angustia que provoca el recuerdo en Pablo Adulto. Es una tonalidad opresiva, de vientos y cuerdas graves y oscuras, acentuadas por un sintetizador electrónico que agudiza la sensación de permanente enervación que envuelve al personaje.

El rol protagónico de la ópera está a cargo del reconocido barítono Patricio Sabaté, acertada decisión ya que se trata de un intérprete de vasta experiencia y muy buenas dotes histriónicas, cualidades que, dada la índole audiovisual en que se presenta esta ópera, son imprescindibles.

Pablo requiere ser cantado con una musicalidad teatral, ya que es un personaje en permanente delirio, obsesionado y acosado por su pasado. Sabaté refleja muy bien el estado febril del rol y, con un canto preciso para la desafiante partitura, logra configurar la angustia y fractura espiritual y mental del papel.

La puesta en escena de Christine Hucke tiene una impronta teatral. Pablo deambula por su casa-taller (un espacio único) con variadas acciones físicas como quien vive aprisionado por los fantasmas de su niñez en la mina. El elemento audiovisual entra en la forma de los dibujos al carbón que él ha creado y ahora “cobran vida” ante los ojos del espectador. Se crea así una lograda atmósfera de cuasi terror, gracias a la naturaleza inquietante y sombría de esos dibujos, que se mueven como fantasmagóricas figuras al compás del texto y la música.

“La compuerta Nro. 12” es una valiosa aproximación al mundo de Baldomero Lillo desde el imaginario lírico, un universo poblado de seres humanos representantes de una clase maltratada y explotada a fondo por el capital; una desgraciada galería de hombres, mujeres y niños que dejaron su vida sometidos a brutales trabajos para enriquecer a unos pocos.

«La compuerta Nro. 12 » es un trabajo loable, por la calidad exhibida y porque viene a rescatar para la ópera nacional una fragmento importante de nuestra historia social y un tema profundamente chileno.

“La Compuerta Nro. 12”. Monodrama en dos escenas para barítono, clarinete bajo, viola, sintetizadores y electrónica. Música y libreto: Miguel Farías. Dirección: Christine Hucke. Ilustraciones y Dirección de Arte: Diego Urzúa. Realización Audiovisual: Leonardo Cofré. Grabación de Audio: Paulo Rojas. Asistencia en Animación 2D: Paulina Torres. Asistencia de Producción: Ingrid Rivera.

Barítono (Pablo adulto y Padre): Patricio Sabaté. Clarinete Bajo: Kathya Galleguillos. Viola: Pablo Salinas. Sintetizadores y Electrónica: Miguel Farías. Subtítulos: Carla Vilches.

Del 23 al 31 de enero a las 20 horas en el streaming del Municipal de Santiago http://www.municipal.cl

Si te gusta este contenido, déjanos un comentario

Blog at WordPress.com.

Up ↑

A %d blogueros les gusta esto: