
Por José Luis Arredondo A.
Antes de Richard Wagner (fallecido en 1883), la ópera tuvo otro músico revolucionario alemán entre sus filas, el compositor Christoph Willibald Gluck (1714-1787), que a mediados del siglo XVIII llevó a cabo una de las más profundas reformas a las estructuras del melodrama. Gluck buscaba darle mayor equilibrio a la combinación entre texto y música, así como eliminar los elementos canoros puramente decorativos, espectaculares o llamativos, para concentrarse en la descripción musical profunda de los sentimientos expuestos en el libreto.
De alguna forma, la rebelión de Gluck apuntaba contra el divismo de los cantantes italianos, los castrati (o castrados), verdaderos rockstars de la época, que utilizaban la ópera más que nada para lucir sus habilidades, convirtiéndola en un divertimento vistoso. En este sentido Gluck afirmaba «lo que podría ser el más bello espectáculo pasó a ser a veces el más ridículo».
El compositor se refería al exceso de ornamentos con que muchos cantantes llenaban las arias para lucir sus dotes ante los fanáticos que los seguían, siempre en desmedro del desarrollo de la acción teatral y la música tal como había sido concebida por el autor. Gluck buscaba la profundidad, la coherencia y la fluidez. Con éste propósito acortó las arias y los coros, suprimió el recitativo secco sin orquesta, estructuró las escenas y tendió a dar naturalidad, y por ende credibilidad, al canto.
Un clarísimo ejemplo de sus intenciones artísticas lo encontramos en su ópera «Orfeo y Eurídice» (estrenada en Viena en 1772), y que luego, en 1774, y a pedido de su protectora la reina María Antonieta (esposa del rey francés Luis XVI), es reestrenada en París con el título de «Orphée et Euridice». Gluck modifica el rol de Orfeo, que en Viena lo cantaba un castrado, para ser interpretado por un registro masculino más agudo que el de tenor, un «haute-contre», que a primera vista nos puede parecer un contratenor, pero en rigor no son lo mismo ni suenan igual. Aparte de esto, sumó algunas piezas , enriqueció la orquestación y suprimió el acompañamiento de bajo continuo. También el libreto original de Ranieri Calzabigi fue traducido y adaptado por el dramaturgo, poeta y libretista francés Pierre-Louis Moline.
Es esta versión francesa la que ofrece en un montaje semiescenificado la Orquesta y el Coro de la Universidad de Santiago, bajo la dirección musical del maestro Nicolas Russ, con la participación, en los tres roles solistas, del tenor Rodrigo del Pozo, la soprano Carolina Grammelstorff y la soprano Paulina González. A ellos se suma la compañía de mimos Corpus Movens.
Rodrigo del Pozo resulta un Orphée redondo y muy bien configurado desde todo punto de vista, totalmente impregnado del estilo y con una linea de canto elegante y delicada. Con un manejo total de sus recursos y una excelente pronunciación del francés, Del Pozo acomete con soltura y comodidad todas sus partes para dibujar su rol con todo el refinamiento que el estilo amerita.
En ese camino lo secunda Carolina Grammelstorff como Amour. Su timbre brillante y de buena resonancia confiere juventud y delicadeza al papel, lo que redunda en un trabajo muy expresivo. Paulina González como Eurídice asume el desafío con seguridad; la soprano viene saliendo de una celebrada Desdémona verdiana y no es fácil el cambio tan radical de estilo. Paulina González tiene suficiente experiencia como para asumir este y otros roles similares, aunque en éste caso su caudal y volumen resultan por momentos excesivos. Esto es particularmente notorio en sus dúos con Orphée.
De la Orquesta Usach cabe decir que se dejó conducir muy bien por la experticia y experiencia del maestro Rauss. A pesar de un comienzo un tanto pesado, el conjunto rápidamente entró en calor y nos deleitó con toda la belleza y delicada expresividad de la partitura.
Esta versión no cuenta con sobretítulos, lo que se echa en falta como un detalle importante a nivel de audiencias, y que se suple con una solución imaginativa pero a mi parecer frustrada. Un grupo de mimos, en los roles de los personajes, van reproduciendo en escena la acción mientras los solistas y el coro cantan como en una versión de concierto. Esta solución, más que ayudar, distrae de la música e propone al público focos de atención simultáneos a los que atender. Por otro lado no logran crear suficiente atmósfera para imponerse y, por la naturaleza de su lenguaje escénico, se cae en lo monótono. A pesar de esto, y gracias a algunas interacciones con los cantantes, se logra dar cierta unidad al espectáculo.
«Orphée et Euridice» (Gluck), versión de París de 1774. Con Rodrigo del Pozo, Carolina Grammelstorff y Paulina González. Cormpañia de mimos Corpus Movens (Gabriel Riquelme, Juliette Tillería, Daniela Pacheco y Leopoldo Martínez). Concepción escénica y dirección de Leopoldo Martínez. Coro U. de Santiago dirigido por Andrés Bahamondes. Orquesta Clásica U. de Santiago bajo la dirección de Nicolas Rauss.
Funciones: Miércoles 30 de noviembre y 7 de diciembre a las 19 hrs. en el Aula Magna U. de Santiago. Entrada liberada.
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