Auge y caída de la ciudad de Mahagonny: Plena vigencia artística y política.

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Por Jose Luis Arredondo A. //

A sesenta años de su muerte, el discurso teatral-político del dramaturgo alemán Bertolt Brecht (1898 – 1956) no sólo sigue vigente, sino que se ha potenciado «gracias» al fenómeno de la globalización y al dominio absoluto que ha tomado el capitalismo sobre las economías mundiales desde la caída del muro de Berlín hasta nuestros días. Este fenómeno artístico toma especial relieve en nuestra América, por el hecho que desde hace unos años vemos un claro giro a la derecha en los gobiernos respectivos y con ello la consolidación, al parecer sin retroceso, del sistema económico neoliberal, el rostro más fiero del capitalismo y su economía de mercado, sobre todo en nuestro país.

Por eso el estreno de la ópera «Auge y caída de la ciudad de Mahagonny» (Estreno mundial en Alemania en 1930) en la presente temporada lírica del Teatro Municipal de Santiago, es un hecho que rebasa lo puramente artístico para adentrarse, con mucha fuerza, en el terreno de lo político y, sobretodo, de lo social.

Brecht usó el teatro como una trinchera privilegiada para denunciar las falacias e injusticias del sistema capitalista, en esta labor luchó en solitario y también acompañado, en el caso de esta obra (al igual que en «La ópera de tres centavos») contó con la inestimable colaboración del músico judío, también alemán y también víctima de persecución por parte de los Nazis, Kurt Weill (1900 – 1950), juntos dieron vida a la que sería, hasta el día de hoy, uno de los más acabados y logrados ejemplos de «teatro político – musical»en la historia del arte del siglo XX.

«Auge y caída…» es un feroz retrato de todos los vicios asociados al sistema capitalista, Mahagonny es una «ciudad – espejo» en la que el rostro de la sociedad ve reflejada su peor cara: drogas, prostitución, explotación del hombre por el hombre, acumulación de poder y riqueza en manos de una minoría, injusticia y desigualdad. En esta ciudad-símbolo, todo está permitido, todo salvo no tener dinero, paradigma de nuestro presente en el que el valor superior es el material y el menor la vida humana.

Una obra de estas características, puesta en escena hoy en Chile, y en un teatro como el Municipal de Santiago, es un hecho de la mayor relevancia estética, social y política. En un momento en el que el descontento de la población se generaliza, acorde a la conciencia que tomamos de los abusos y corrupción del sistema y sus castas gobernantes, esta pieza representa y sintetiza, desde el imaginario escénico, una denuncia que bien calza en el espíritu de los tiempos. Obra de arte y realidad social se con-funden y el discurso de denuncia Brechtiano se hace carne en nuestro aquí y ahora, a pesar de la distancia temporal y geográfica.

En síntesis la historia relata los hechos en torno a la fundación, auge y declive de esta ciudad norteamericana ficticia, Mahagonny es fundada, en pleno desierto, por tres delincuentes (Begbick, Fatty y Moses) que huyen de la policía. Allí se instalan y difunden las bondades de esta localidad que será una suerte de paraíso del placer, donde el único delito mortal será no pagar las cuentas (les suena familiar ?), esta propaganda atrae decenas de personas entre las que se encuentra Jenny y un grupo de prostitutas y Jimmy Mahoney (un talador de bosques) y sus cuatro amigos (Jakob, Bill, Joe y Toby). Todo marcha bien hasta que Jimmy bebe a destajo (el comercio sexual, la comida, el juego y la bebida no tienen restricción en Mahagonny) en el bar de Begbick y no tiene dinero para pagar la cuenta, ahí deberá enfrentar a la «justicia» local y dar cuenta de sus actos. Un final trágico que sintetiza el nulo valor de la vida humana, la justicia es más tolerante con el asesinato que con el delito de no pagar una cuenta, bajo el capitalismo, sella la obra musical.

La presente versión exhibe innumerables méritos, el elenco en su totalidad alcanza un gran nivel interpretativo, tanto en lo musical como en lo actoral, esto último es especialmente destacable, ya que la pieza requiere de un grupo de «cantantes – actores» de gran capacidad para dar con el tono básicamente teatral de la obra, al mismo tiempo de hacer frente a los requerimientos musicales de Weill, que necesita una expresividad en el canto que sobrepasa los límites netamente líricos para adentrarse en los estilos del canto de cabaret y la música popular. Notable desempeño de la mezzo Sueca Susanne Resmark como la viuda Begbick y el tenor austriaco Nikolai Schukoff como un muy expresivo e histriónico Jimmy Mahoney, misma cosa la soprano argentina María Victoria Gaeta como la sensual y trágica Jenny. Los tres marcan el ritmo y el estilo preciso para servir esta punzante pieza y son seguidos a la par en calidad por todo el elenco.

Muy buen desempeño de la Orquesta Filarmónica a cargo del maestro inglés David Syrus, muy destacable por tratarse de una obra que está fuera del estilo que esta orquesta está habituada  interpretar habitualmente, Syrus y los músicos nos hacen llegar cada detalle de una partitura que abunda en guiños al Jazz, a lo popular (el tango y ritmos muy en el estilo banda de circo) y a la música docta en perfecta simbiosis.

En lo escénico, Marcelo Lombardero prueba que es hoy uno de los mejores regisseurs a nivel continental. Siempre sus direcciones evidencian un punto de vista sobre la obra y una puesta de enorme teatralidad, a la par tiene una gran capacidad de sacar trote escénico a los cantantes lo que hace muy ágil, atractivo y actual el resultado. En un tiempo en que ya se exige a los interpretes una expresividad que vaya más allá de lo netamente musical.

La Mahagonny del director trasandino es ágil, jugada y colorida, está imbuida de un gran sentido del espectáculo teatral (con mucho del estilo Cabaret Alemán) y uso del espacio, y construida sobre una base de soporte audiovisual multimedia (Diego Siliano) y un vestuario (Luciana Gutman) que le otorga una gran contemporaneidad, todo esto contribuye a actualizar y potencial con fresca mirada el corrosivo discurso Brechtiano. Bien por Lombardero que con esta puesta logra uno de los mejores trabajos escénicos que se han visto en el Teatro Municipal estas últimas temporadas líricas.

En resumen «Auge y caida …» es un valioso espectáculo de teatro y música, un aporte por el tema que trata y por traer a un dramaturgo de la importancia teatral y política de Brecht y un músico de la calidad de Weill a una sala que no está habituada al repertorio lírico del siglo XX, ni menos a ver una obra profundamente crítica, en lo social, al sistema imperante.

«Auge y caida de la ciudad de Mahagonny » : De Bertolt Brecht y Kurt Weill.

Elenco Internacional:

Begbick : Susanne Resmark

Fatty : Kim Begley

Moses : Greg Baker

Jenny : María Victoria Gaeta

Jimmy : Nikolai Schukoff

Jakob : Paul Kaufmann

Bill : Orhan Yildiz

Joe : Thomas Stimmel

Tobby : Paul Kaufmann

Solo de piano : Jorge Hevia

Jovenes prostitutas : Francisca Cristópulos, Sylvia Montero, Regina Sandoval, Jessica                                                       Poblete, Paola Rodríguez y Jennifer Rámirez.

 

Director de Escena : Marcelo Lombardero

Escenografía y multimedia : Diego Siliano

Vestuario : Luciana Gutman

Iluminación : Jose Luis Fiorrucio

Coreografía : Ignacio González

 

Coro del Teatro Municipal : Jorge Klastornick

Dirección Musical : David Syrus.

Por su parte el elenco nacional, también bajo la dirección de Lombardero y Syrus, destacó por su alto nivel interpretativo.

Figuras claves resultaron aquí la mezzo Evelyn Rámirez (Begbick) y la soprano Maribel Villarroel (Jenny). Así mismo destaco especialmente la labor del tenor Pedro Espinoza (Fatty), el bajo-baritono Hernán Iturralde (Moses), el tenor Gustavo López Manzitti (Jimmy) y Gonzalo Araya, Javier Weibel y Homero Perez-Miranda, como sus amigos.

Completaron el cuadro de excelencia en la versión estelar, como las «Jovenes de Mahagonny»: Miriam Caparotta, Jaina Elgueta, Nurys Olivares, María Jose Uribarri, Claudia Yañez y Gloria Rojas.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Un comentario sobre “Auge y caída de la ciudad de Mahagonny: Plena vigencia artística y política.

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  1. Al Municipal hay que aplaudirle la ampliación de repertorio (no digo «inclusión de repertorio contemporáneo» porque 1930 ya no debería calificar como “contemporáneo”), pero me parece excesiva la euforia desatada en la crítica por este Mahagonny.

    Sin entrar en mayores detalles de lo que me parece un trabajo tremendamente sobrevalorado dentro del repertorio del siglo XX: una serie de episodios disconexos, con burdas caricaturas cantando “somos capitalistas, sólo tomamos, comemos y tiramos todo el día. Y somos malos” (repetir durante 15 horas, zzzzzz…), que no logra que te importe realmente ningún personaje, lo cual le quita dramatismo automáticamente. Aunque hay que reconocer que cuenta con algunos momentos orquestales realmente inspirados.

    Pero tengo más problemas con la dirección de Lombardero, que aparentemente le ha gustado a todo el mundo, pero que tenía detalles que me hicieron odiarla profundamente. Partiendo por la pantalla de proyección que subía y bajaba constantemente durante la obra, con un ruido infernal, que se hacía tremendamente molesto para cualquier asistente equipado con un par de orejas. Incluso se mezclaba con la música y resultaba perturbador.

    A eso hay que sumar el uso de recursos audiovisuales que parecían interesantes en el papel, pero para qué estamos con cosas, delatan una ejecución tan, pero tan rasca y de circo pobre! A ver: Un chroma key tan bueno como los efectos especiales del Chapulín Colorado, gráficas pobres, tomas mal hechas de los cantantes en escena (encuadres mal hechos en la escena del juicio, que en mi función fue precedida por una pantalla azul de Windows en la proyección!!!). En mi opinión, si quieres hacer tal despliegue, hazlo bien o de lo contrario mantén las cosas más simples. Lombardero ya nos había sorprendido con una lectura bastante mala de Don Giovanni en Rancagua, demostrando no entender ni la historia ni a su protagonista, y eliminando completamente el dramatismo del gran climax de la opera. Ya van dos, Marcelo!

    El elenco Internacional fue regular, eficiente pero nada de otro mundo, excepto por el increíble trabajo de Nikolai Schukoff en el rol de Jimmy. Si es que algún grado de emotividad tuvo esta función, fue por la genialidad en la actuación y el canto de este tenorazo que tuvimos la suerte de ver, y que espero que volvamos a ver en el futuro en algún rol que saque mejor provecho de sus aptitudes. Expresivo, sólido, una voz cálida de cierta oscuridad en el timbre, bien resuelta a través del pasaje, buen músico y buen actor. Insisto en que si algo de conmovedor hubo en toda la noche fue su interpretación tanto escénica como vocal. Y sería todo.

    Pucha, me da lata decir esto cuando todo el mundo está feliz con el espectáculo, pero… sorry, Municipal, mejor suerte para la próxima. Ni las boobies salvaron la plata. El tenor si. La euforia de la crítica la entiendo como un statement político, no artístico.

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