Por José Luis Arredondo.
Con una sala colmada de público y una magnífica presentación, el Ballet de Santiago dio inicio a su temporada. Resaltan en esta versión, de estilizada visualidad y profundo dramatismo musical y escénico, la argentina Ludmila Plagiero, bailarina estrella de la Opera de París, y el chileno Emmanuel Vazquez, al igual que una brillante Orquesta Filarmónica a cargo del maestro Pedro Pablo Prudencio.
Estrenado en enero de 1940 en el Teatro Kirov de Leningrado (hoy San Petersburgo), el ballet «Romeo y Julieta», con música del compositor ruso Sergei Prokofiev (1891-1953), cautiva por su fuerza dramática y logrado equilibrio entre la tradición musical clásica-romántica y sus fuertes guiños a la sonoridad que imponía el siglo XX, en este caso con una notoria carga de tinte expresionista, más alguna sutil pero manifiesta disonancia.
Se trata de una partitura que necesita una coreografía que resalte los elementos principales de la tragedia shakespereana que la inspira, por sobre la estilización e ingravidez propia del ballet clásico, aunque sin dejar de lado obviamente el lenguaje corporal que le es propio. Es un gran desafío que el sudafricano John Cranko (1927-1973), logró a cabalidad en una coreografía que tiene como sello e impronta una gran teatralidad y sentido de lo dramático.
Todo esto queda de manifiesto en esta versión de forma clara y contundente, en lo que es un potente inicio de temporada 2023 del Ballet de Santiago, que en conmemoración de los 50 años de la muerte de Cranko, nos regala un «Romeo y Julieta» de enorme nivel con su compacta entrega escénica.
Julieta elegante y refinada

Artífice esencial de esta muy lograda presentación es la argentina Ludmila Plagiero, bailarina estrella del Ballet de la Ópera de París, que brilla como una Julieta juvenil, elegante, refinada y dramática.
Ludmila transita con apabullante seguridad desde la despreocupación inicial de la adolescente al fulminante encuentro con Romeo (que la convierte desde ese momento en una mujer presa de la pasión), y luego hasta el dramático desgarro de verse privada de su amado y enfrentada al dolor de la separación antes del trágico final. Es un trabajo de redonda madurez técnica y notable expresividad teatral.
A la par corre el Romeo de Emmanuel Vázquez, que aquí demuestra estar pasando por su mejor momento. Vázquez posee una pulida técnica, que se hace evidente en la seguridad y aplomo con el que enfrenta el rol y sus exigencias, se une a una alta cuota de expresividad escénica, lo que le permiten configurar un joven amante sensible y apasionado, a la vez que soñador y heroico. Este Romeo constituye, sin duda, una de las mejores entregas de su promisoria carrera.
Cuota importante de los prolongados aplausos en la función de estreno se los adjudica el Mercucio de Lucas Alarcón. Su labor es vital, gallarda, dueña de una energía que parece no agotarse hasta el momento mismo de su prematura muerte. Se trata de una performance que resulta esencial en el éxito de esta versión.
Algo que también se extiende al Benvolio de Esdras Hernández, al Teobaldo de Carlos Aracena (atención al desempeño de este joven bailarín, que sin dará mucho y bien que hablar en lo sucesivo), el Paris de Cristopher Montenegro, la Lady Capuleto de María Dolores Salazar y el Lord Capuleto de Miroslav Pejic.

Fundamental resulta la labor de la Orquesta Filarmónica de Santiago, que gracias a una férrea y enérgica conducción de Pedro Pablo Prudencio, hace brillar la electrizante partitura de Prokofiev. Es una entrega estupenda, en la que se imponen una sólida percusión y unos vientos que junto a las cuerdas crean una atmósfera sonora que de pronto parece poder cortarse con cuchillo.
Destacamos asimismo el hermoso trabajo de vestuario y escenografía de Elisabeth Dalton, y una muy apropiada, por su capacidad de crear ambiente, iluminación de Ricardo Castro. El cuerpo de baile del Ballet de Santiago ofrece un parejo, eficaz y compacto desempeño, que deja la vara muy en alto para loa próximos títulos de la temporada.
Ballet «Romeo y Julieta». Música: Sergei Prokofiev. Coreografía de John Cranko. Basada en la tragedia de William Shakespeare. Dirección Musical: de Pedro-Pablo Prudencio. Coach invitada: Marcia Haydée (ex directora del Ballet de Santiago). Escenografía y vestuario: Elisabeth Dalton. Iluminación: Ricardo Castro.
Funciones hasta el sábado 29 de abril en el Teatro Municipal de Santiago (Agustinas con San Antonio). Entradas en http://municipal.cl
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