Por José Luis Arredondo.
Sin duda que la conquista y colonización del oeste norteamericano es una epopeya de corte universal, verdadero nacimiento de una nación que alberga en sí una fauna de personajes y una variedad de relatos casi infinita. De esto ya se ocupó largamente Hollywood en sus más dorados años. El wéstern es un sello inequívoco de cine en Estados Unidos.
Y «La Balada de Buster Scruggs», de los hermanos Joel y Ethan Coen, recoge parte de este fabuloso legado en seis viñetas que son, cada cual por separado y en su conjunto, una auténtica clase de cine y ejercicio de estilo.
Una cinta articulada como un viaje al lejano oeste, en alas de seis relatos que funcionan como un modelo para armar, y que forman, en variados estilos y temáticas, un exquisito friso, íntimo y a la vez épico.
Los relatos: La Balada de Buster Scruggs; Cerca de Algodones; Vale de Comida; El Cañón de todo el Oro; La niña que se puso nerviosa; Los restos Mortales. Conviven entre sí y se potencian como una férrea unidad orgánica. De estilos que van de lo cómico a lo trágico, de lo dramático a lo absurdo, y de lo íntimo a lo épico, los Coen erigen un relato de enorme potencia cinematográfica. Late tras cada personaje el espíritu de quienes forjaron esa indómita parte del territorio americano y por extensión todo el país.
La fotografía de Bruno Delbonnel es portentosa, detallista, trabajada con un sentido plástico a toda prueba y de una capacidad expresiva que da a cada episodio un sello muy particular de acuerdo a la naturaleza del cuento.
Gran obra cinematográfica, aguda, sorprendente, que se despliega en aristas de humor negro o ácido, trágica emotividad y un lirismo que late fuerte tras cada episodio.
Candidata a mejor película en los próximos premios Oscar. Un wéstern de tomo y lomo, y más.
Disponible en Netflix y en Cine El Biógrafo (Barrio Lastarria).
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