El embajador: Vida de héroe

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Por José Luis Arredondo.

La mejor definición que he leído de héroe dice «Persona común y corriente que puesta en una situación extrema es capaz de realizar un acto extraordinario». Me gusta esta definición porque habla de persona común y corriente, porque se despega del estereotipo del héroe como un ser de capacidades sobrenaturales y porque nos sitúa a todos y todas en la dimensión de poder, en determinadas circunstancias, realizar un acto de heroísmo.

Y precisamente fue una situación extrema (el golpe de estado de 1973) la que puso al diplomático Noruego Frode Nilsen (1923) en posición de realizar un acto extraordinario, cuando en esa fecha su país le encomienda la misión de viajar a Chile y hacer de la embajada Noruega un lugar de refugio y protección para la mayor cantidad posible de personas que eran perseguidas por el aparato represor de la flamante dictadura y cuyas vidas corrían peligro, la máquina de muerte de los militares ya operaba y cientos (y luego miles en el tiempo) de compatriotas eran apresados, torturados, muertos y hechos desaparecer.

En esas trágicas circunstancias Nilsen se convirtió en una suerte de ángel salvador que logro salvar la vida de muchos que habían caído prisioneros o estaban potencialmente en peligro de ser apresados, logrando mediante intensas y difíciles gestiones políticas, sacarlos del país bajo la figura legal de conmutar la pena de muerte, para muchos, por la de extrañamiento (exilio).

Esta historia es la que recoge la actriz y dramaturga nacional Andrea Gutierrez en la obra «El embajador» (escrita sobre una idea original del director Rodrigo Malbrán) y que se presenta en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) a cargo de un grupo de jóvenes actores Noruegos bajo la dirección de Rodrigo Malbrán. Una valiosa coproducción de la Universidad Nord-Trondelag y la embajada de Noruega en Chile.

El relato nos sumerge en la historia de un grupo de chilenos, hombres y mujeres, que en diversas circunstancias llegan y son acogidos en la embajada Noruega en Santiago, huyen de las garras de la dictadura y esperan poder a salvo sus vidas en ese lugar mientras esperan la oportunidad de abandonar Chile en busca de seguridad para ellos y su familia inmediata. En el intertanto Frode y el escaso personal en la embajada, procuran que esa acogida y la espera transcurran los mejor posible para un grupo humano que siente la muerte presente fuera de esos muros y que no logra tranquilidad ante la posibilidad de no lograr salvarse de caer en manos del régimen.

La obra está estructurada como un relato de corte Brechtiano, con una muy clara exposición de los hechos políticos y las gestiones de Nilsen ante el régimen (simbolizado en este caso por la ministra de justicia Mónica Madariaga), más que una rutina al interior de la embajada, y se centra en «Mireya», una mujer encarcelada desde 1972 y a la que el embajador tardó ocho años en sacar del país para reunirla con sus padres en Europa, a quienes el mismo dio refugio y envió a Noruega como parte de un grupo de exiliados.

El joven grupo de actores y actrices da vida a refugiados y personal de la embajada, alternando los roles que están básicamente construidos como figuras más que caracteres (lo que refuerza el distanciamiento Brechtiano) pero con un fuerte acento en lo emocional a la par de lo ideológico, lo que le configura al montaje un fuerte acento emotivo que logra calar fuerte en nuestra memoria y hace que quienes no vivieron esos oscuros años, vivéncien fuertemente la sensación de peligro e inseguridad que se vivía día a día.

Un escenario desnudo, que ayuda a centrar nuestra atención en la historia y las actuaciones, es el marco a los diversos espacios (la embajada, una calle, la oficina de  Mónica Madariaga) que los mismos interpretes arman usando una cantidad de cajas que asemejan la maleta que cada cual lleva como un símbolo concreto de un doloroso viaje al exilio. Puebla el fondo del escenario una pantalla donde se proyectan simbólicas imágenes en blanco y negro a la vez de los sobretítulos en castellano ya que la pieza esta hablada en Noruego. Excelente iluminación que sin buscar crear atmósferas realistas acentúa los espacios con mucha precisión, ya se trate del interior de la embajada o de otro lugar.

Notable resulta el excelente nivel interpretativo de los jóvenes actores, cada cual construye con veracidad y expresiva pulcritud el rol que va asumiendo en el transcurso de la pieza, y la dirección de Malbrán logra crear, desde la desnudez escénica descrita, un espacio en el que la reflexión y la emoción van en alas de un texto que logra transmitir con mucha fuerza y claridad la heroica labor de Nilsen.

Pieza que, como se señala, es un justo y necesario homenaje y un agradecimiento teatral a un hombre que jugó un rol humanista fundamental los primeros años de la dictadura, un ser común y corriente que supo ser el héroe que había que ser para neutralizar, aunque fuera en parte, la carnicería que llevó a cabo el régimen militar de Pinochet y la derecha en los años setenta y ochenta de nuestra historia.

Potente y valiosa muestra de teatro, la historia de un extranjero que se hizo parte fundamental de nuestra historia contada con calidad y emoción.

«El embajador» : Un texto de Andrea Gutierrez y Rodrigo Malbrán, dirigido por este último y actuado por un joven contingente de actores y actrices Noruegos. Se presenta en la Sala A2 del Centro Gam, de jueves a domingo entre el 20 y el 29 de mayo.

 

 

 

 

 

 

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