por José Luis Arredondo
«Esta es una noche de riesgos y sorpresas. Es una jornada de estrenos mundiales, de primeras veces en Chile, de debut de estrellas, pero también de favoritos del público. Es un festival que celebra la creatividad del quehacer coreográfico de diferentes latitudes y es, ante todo, un viaje por la versatilidad y riqueza de la danza contemporánea … Los invito a dejarse empapar por este espectáculo porque, les aseguro, nada parecido ha acontecido en este escenario antes.»
Estas palabras de Marcia Haydée, directora del Ballet de Santiago, consignadas en el programa de mano, resumen muy bien el tercer programa de la presente temporada de Ballet del Teatro Municipal de Santiago, denominado «Festival de Coreógrafos». E
El título resulta también muy ajustado a lo que vemos sobre el escenario, ya que se trata de una verdadera fiesta de la danza que cautiva al público que repleta la sala con un espectáculo del más alto y variado nivel artístico. Una jornada que, por sus características, ha de marcar un hito mayor en lo visto sobre el escenario de este teatro.
El programa está constituido por un conjunto de diez números independientes entre sí, cada uno a cargo de un coreógrafo chileno o extranjero de reconocida trayectoria y calidad, e interpretado por miembros del Ballet de Santiago y del Ballet Nacional Chileno, en lo que señala una inédita presentación de este último cuerpo de baile en el Teatro Municipal.
Cada coreografía apela en su forma ya sea a la danza clásica o contemporánea, y la música evoluciona desde Antonio Vivaldi hasta Arvo Part, pasando, entre otros, por Debussy, Ravel y Gorecki. Esto ya de por sí le otorga una riqueza estilística al espectáculo que no es frecuente de ver en un mismo programa en nuestro país.
Enumerar una a una los méritos de estas coreografías sería extenso, pero a continuación destacaré algunas de ellas, especialmente por su calidad musical e interpretativa.
«Añañucas», con música de Vivaldi y coreografía del francés Mathieu Ghilhaumon (director del Ballet Nacional Chileno), narra la historia de amor de una muchacha (Añañuca) y un joven minero. Él la abandona en busca de un tesoro perdido y ella muere mientras lo espera. En su tumba florecen flores rojas bautizadas con su nombre en honor a ella.
Es una leyenda del norte chileno que Ghilhaumon narra con danza contemporánea y cuyos protagonistas, Paola Moret y Valentín Keller, nos llevan por las diferentes etapas de la historia, exaltando la idea del amor romántico pleno de juvenil ilusión y energía.
«Ellphlox, espíritu del bosque», con música del mexicano Arturo Márquez y coreografía de Eduardo Yedro, llena la escena con su contagioso Danzón para relatar una historia de seres sobrenaturales, encarnaciones de la naturaleza en una danza de ribetes clásicos que se abre por momentos a lo contemporáneo. Excepcionales en su performance son los primeros bailarines del Ballet de Santiago, Maite Ramírez y Rodrigo Guzmán.
«Mono Lisa» trae a escena la música concreta (Thomas Hofs e Itzik Galili) con una partitura hecha sobre la base de sonidos producidos por una especie de máquina de escribir. La coreografía (también de Galili) alude al encuentro de una pareja en donde la exigencia física es la verdadera protagonista, con excepcionales trabajos de los bailarines invitados del Ballet de Stuttgart, la española Alicia Amatriain y Jason Reilly.
«La siesta de un Fauno», con la célebre partitura de Claude Debussy y que hace un siglo estrenó mundialmente Vaslav Nijinsky en París, es la base sobre la que Isabel Croxatto construye un relato pleno de carga sexual y donde el cuerpo de baile (Ballet de Santiago) se luce especialmente, demostrando que no sólo está apto para la danza clásica sino que puede lograr un alto nivel expresivo y técnico en lo contemporáneo. Más de 30 bailarines(as) replican los movimientos del Fauno Nijinskiano, y se van armando y desarmando como un solo ente, pletórico de sensualidad y sugerencia. Aquí brilla con luz propia el primer bailarin José Manuel Ghiso.
«Retrato» de Eduardo Yedro con música de Patricio Meneses es la pieza más propiamente clásica del programa. Un pintor (José M. Ghiso) cumple su sueño al ver que la mujer del cuadro que ha pintado cobra vida. Es una historia de amor que finaliza cuando ella vuelve a la tela y en la cual destaca con gran técnica y expresividad una notable Natalia Berríos.
«Quasi una fantasia» es una monumental coreografía de Demis Volpi con música de Henryk Gorecki. No hay aquí un relato propiamente tal sino más bien el desarrollo de conceptos e ideas coreográficas. Estamos en los terrenos del surrealismo y hay que dejarse llevar por lo sensorial; la obra respira libertad y onirismo y el Ballet de Santiago una vez más da prueba de una versatilidad de marca mayor. Puntal fundamental de este cuadro es el bailarín estrella Luis Ortigoza, que ofrece una gran performance en clave contemporánea.
El programa finaliza con una excepcional entrega del «Bolero», de Ravel, en la legendaria coreografía de Maurice Bejart en reposición de Piotr Nardelli. Excelente performance del Ballet de Santiago en el cuadro estelarizado por un descollante Friedemann Vogel, venido del Ballet de Strurgatt, en lo que es, probablemente, el punto más alto de la velada en cuanto a solista. Sin una narración propiamente tal, el bolero es un «pretexto» para lucir técnicas y expresividades del más alto nivel.
este ‘Festival de Coreógrafos’ es, en definitiva, un programa de absoluta excelencia que propone un inédito y sensacional encuentro entre los dos cuerpos de baile más importantes de nuestro país en el principal escenario santiaguino. Son noches de estrenos chilenos y mundiales, que otorgan la posibilidad de aquilatar el sólido trabajo de un excepcional grupo de coreógrafos e intérpretes. Ojalá sea la primera de muchas oportunidades en que podamos ver juntos al Banch y al Ballet de Santiago, ya sea en este o en otro escenario, y apreciar la potencia de sus talentos.
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