Un Juan Diego Flórez clásico y con sabor latino cautivó al Movistar Arena

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El tenor peruano ofreció un concierto en el que la variedad fue el gusto y el acento de la noche.

Por José Luis Arredondo.

Con un programa que fue un verdadero viaje por diferentes obras y estilos, Juan Diego Flórez cautivó con su calidad y carisma en un concierto que desde ya se anota, lejos, entre lo mejor de este año musical.

El puntapié inicial lo dio la Orquesta Ciudad de Santiago bajo la conducción del maestro español Hugo Carrió, con la obertura de la ópera «Don Pascuale», de Gaetano Donizetti. Pieza de marcó la pauta de la primera parte del espectáculo con sus notas de elegante alegría y refinada picardía

La entrada del tenor fue con un plato fuerte del Bel Canto, el aria «O di Capellio…e serbato», de Capuletos y Montescos (V. Bellini), momento para desplegar toda la técnica que lo convirtió en uno de los cantantes, en su cuerda, referenciales de este estilo desde los inicios de su carrera. Una respiración que debe ser la envidia de muchos colegas, lo que le permite desarrollar frases extensas, asumir coloratura y evidenciar toda la musicalidad que contiene su fraseo y linea de canto.

Enseguida pasó a «Una furtiva lágrima» (Elixir de amor. Donizetti), pieza que calza como guante a medida a su estilo y voz. Hermosa interpretación y alarde de legato que deslumbraron tempranamente a la audiencia, ya cautivada con su presencia y calidad

Le siguió «Questa o quella», breve y festiva en su arrogancia aria del Duque de Mantua (Rigoletto. Verdi), una declaración de machismo de la que Flórez se sirve para poner en evidencia su timbre brillante y facilidad para afrontar las notas altas. Aria que fue el aperitivo Verdiano para lo que venía enseguida.

Ya a estas alturas, a poco de iniciado el concierto, el  intérprete dejaba en claro por qué es hoy por hoy uno de los mejores cantantes, en su tesitura, del mundo. Y es que lo suyo no es sólo técnica, Flórez tiene carisma, ángel, duende escénico, se mueve y canta con una pasmosa seguridad, como si la música invadiera todo su cuerpo, que se convierte en un vehículo de expresión máxima.

Lo reafirmó en el aria final del Duque (La Donna e Mobile), pieza ampliamente conocida y que el público siguió con entusiasmo y que fue puente para una bellísima interpretación del aria de Alfredo (La Traviata. Verdi) «Lunge da lei…De»miei bollente spiriti», una vez más, elegancia, nobleza y ese fraseo de absoluta musicalidad que posee.

La primera parte del concierto la finalizó con un peso pesado para los tenores Lírico Spinto, como lo es «Che gélida manina», de «La Boheme» Pucciniana. Un «atrevimiento» del que salió victorioso gracias a que su voz ganó peso con los años sin perder brillo ni fuerza, con el plus de que le resulta mucho más fácil llegar al agudo – brillante, extenso y de arrebatada romántica expresividad que tiene el aria casi al final – que a muchos tenores del registro exacto. Flórez pintó en breves minutos un Rodolfo sensible, apasionado y heroico

Luego del intermedio, en el que el comentario obligado era la calidad del intérprete, fue el turno de degustar la elegancia y nobleza del aria «Salut, demeure chaste et pure» (Fausto. Charles Gounod), seguida del lacerante «Porquoi me reveiller», del Werther de Massenet. Un aria atormentada, en la que el protagonista se lamenta del amor que su amada Charlotte le despierta, culpando a la primavera de que hace renacer en él las ansias de amar , en circunstancias que su sentido de la vida es esencialmente trágico. Una vez más Flórez nos cautivó con su linea melódica y esos agudos brillantes y tan bien colocados que son parte de su marca.

Una pausa para Flórez en el que la orquesta, que sonó muy bien balanceada y expresiva bajo la batuta de Carrió, interpretó el intermedio de la zarzuela «La Boda de Luis Alonso» (Gerónimo Gimenez), pieza que preparó el camino a lo que sería el sello latino que caracterizó la velada.

Vuelta del tenor a escena para ofrecer una brillante interpretación de un tema referencial del folclor peruano y latinoamericano como lo es «La flor de la canela», de Chabuca Granda. Excelente arreglo sinfónico que Flórez aprovecha para hacernos llegar toda la belleza y poesía de la letra y la notable cadencia de la canción. Poniendo al servicio de la interpretación toda su pulida técnica belcantista sin descuidar el tono y la raíz popular de la pieza.

Tema que dio el tono de lo que seguía con una alegre entrega de «Yo vendo unos ojos negros», que el público coreo y acompañó con palmas.

Un Vibrante «Danzón # 2», de Arturo Márquez, a cargo de la orquesta fue la puerta de entrada al repertorio que más involucró e hizo participar a la audiencia, que seguía en vivo y por streaming el concierto: Medley Caribeño. Momento en el que el artista refrendó su ductilidad a la hora de entrar al campo de lo popular y que hizo relucir un enorme carisma y calidez para afrontar este repertorio.

El programa oficial finalizó con una impecable interpretación del intermezzo de «Cavalleria Rusticana», momento de lucimiento una vez más de la orquesta y la popular aria de «Turandot» (Puccini), Nessun Dorma, donde el intérprete demostró que está en condiciones de asumir ya a estas alturas roles para voces más pesadas que la suya, gracias a que el material se fortaleció con el tiempo y sin perder brillo ganó en contundencia.

Pero no todo finalizaba ahí, porque uno de los sellos de la noche fue un cantante generoso, carismático, entusiasmado por responder a los aplausos y prodigarse, guitarra en mano, con varios bis que el público siguió con entusiasmo y agradecimiento, como cuando el recinto se iluminó con cientos de luces de celulares encendidos para acompañar una emocionante interpretación de «Sólo le pido a Dios», de León Gieco.

Velada musical memorable, en la que se pudo aquilatar de primera mano el arte de un intérprete que tiene totalmente asimilada y pulida una gran técnica vocal. Flórez le da peso a cada aria y canción, su fraseo es muy musical y su dicción perfecta, tiene claridad absoluta del sentido de cada pieza y sabe ir al fondo del concepto que encierra cada aria o canción.

A eso suma una calidez y carisma que cautiva, y una entrega que el público asistente al Movistar Arena reconoció y premio con larga ovación.

Una noche de inequívoco sello latino que el artista cerró con un «Viva Chile, Viva Perú, hasta la próxima».

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