«Un crimen argentino», en HBO Max, nos empapa de la sordidez de un brutal asesinato en dictadura

Por José Luis Arredondo.

«En la naturaleza nada se crea, nada se pierde, todo se transforma» (Antoine de Lavoisier).

«Sin cuerpo no hay delito» (Máxima de origen latino).

El acaudalado empresario rosarino Jorge Salomón Sauan, miembro de una prominente familia de esa ciudad del norte argentino, desapareció si dejar rastro la noche del 16 de diciembre de 1980. Estaba en el Club Sirio Argentino, lugar donde se le vio por última vez bebiendo en compañía de su amigo, el abogado Juan Carlos Masciaro.

La forma en que se resolvió el caso inscribe la historia entre las más sórdidas acaecidas en nuestro continente durante el tiempo que gobernaron las dictaduras cívico militares.

Este hecho, sucedido en la vida real, es la base para la ficción que elabora con gran acierto el director Lucas Combina.

En la película «Un crimen argentino», dos jóvenes secretarios del juzgado de Rosario se ven conminados a resolver contra el tiempo (faltan pocos días para Navidad y el juez a cargo de la investigación quiere tener el caso resuelto antes de Nochebuena), el misterio de la desaparición de un conocido personaje de la sociedad rosarina. Esto no será fácil dado que, por una parte no hay noticias de su paradero (salvo una confusa petición de dinero a modo de rescate), y por otra resulta un tanto inverosímil la tesis del autosecuestro que se esgrime.

Punto central y de gran relevancia e interés es que el «desaparecido» estaba de alguna forma conectado con personeros de la dictadura, por su posición social y económica, lo que involucra en forma directa a sujetos ligados al régimen en el misterio de la desaparición.

Esto enfrentará a los jóvenes funcionarios a cargo de la investigación a dos problemas: Resolver el misterio luchando contra el tiempo, y sortear los problemas de tener que actuar bajo la doble presión del juez y algunos esbirros del régimen que, por algún motivo, quieren resolver el caso aunque sea a costa de culpar a un inocente a modo de chivo expiatorio.

Historia cruda y violenta

«Un crimen argentino» está ambientada en 1980, en la ciudad trasandina de Rosario.

Lucas Combina articula bien la tensión propia de un thiller policial y político, y recrea con acierto la atmósfera de temor y opresión en la que se mueven algunos personajes y el miedo permanente que envuelve a quienes deben resolver el caso, sin soslayar la crudeza de la historia ni la exposición de imágenes de explícita violencia.

Hay un gran manejo de la progresión dramática y a medida que se acerca el plazo fatal para resolver el paradero de la supuesta víctima, se acrecienta la atmósfera de opresión y terror reinante esos años, no solo en Argentina sino en gran parte del continente.

Un elemento esencial a tener en cuenta es el habla de los personajes, que está llena de giros propios del lenguaje coloquial argentino y que en algún momento puede resultar poco comprensible. De todos modos, en ningún caso este detalle dificulta seguir la acción y los hechos, ya que si bien añade un fuerte acento localista y de identidad nacional, no impide que armemos el puzzle planteado.

«Un crimen argentino» se sustenta en una sólida narrativa (el montaje es uno de sus logros más claros) y un grupo de actuaciones del todo solventes. No esquiva la sordidez ni violencia, latente y explícita, que envuelve la historia, y recrea con mucho acierto la oscura época en la que se desenvuelven los hechos.

«Un crimen argentino» (2022). Dirección: Lucas Combina. Elenco: Nicolás Francella, Matías Mayer, Malena Sánchez, Luis Luque, Alberto Ajaka, Rita Cortese, César Bordón y Darío Grandinetti. Guion: Sebastián Pivotto, Jorge Bechara y Matías Bertilotti, basado en la novela de Reynaldo Sietecase. Fotografía: Víctor González. Duración: 113 minutos. Disponible en HBO Max.

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