La ópera «Las horas» expande el universo de Virginia Woolf con cautivante teatralidad y gran despliegue musical

Por Jose Luis Arredondo.

Basada en la novela homónima de Michael Cunningham (muy popular gracias a la película del mismo nombre que protagonizaron Meryl Streep, Julianne Moore y Nicole Kidman), esta ópera del compositor Kevin Puts se despliega triunfal gracias a una dinámica puesta en escena de Phelim McDermott y un sólido elenco encabezado por Joyce di Donato, Renée Fleming y Kelli O’Hara.

En 1923, una nerviosa Virginia Woolf se despierta en su hogar de Richmond con la clara intención de dar comienzo a la que será una de sus más afamadas novelas, «La Señora Dalloway».

En el intertanto y sin cortes ni de espacio ni de tiempo, vemos la ciudad de Nueva York de fines de los años 90, donde Clarissa Vaughan planifica una fiesta para su gran amigo Richard, un poeta que está muriendo de SIDA.

Y mientras sucede esto, se suma a la acción Laura Brown, quien en el dormitorio de su casa en Los Angeles, hacia 1949, lee obsesivamente la novela que 23 años atrás está por comenzar a escribir la escritora inglesa.

Tres mujeres separadas por la geografía y el tiempo, unidas ahora por un hilo invisible que tiene como común denominador la historia de una jornada de 24 horas, que nos desvela el apacible aunque trágico mundo de Clarissa Dalloway. Es un hilo que las hace compartir escenario, pensamientos, sufrimientos, dudas, pasiones y que al final las conecta más allá de lo temporal en un encuentro que trasciende el espacio físico concreto.

Tensiones y conflictos

La novela de Michael Cunningham, ganadora del Premio Pulitzer en 1999, es un homenaje al universo de Virginia Woolf a través de su novela «La Señora Dalloway», y la ópera «Las horas» (The Hours), con música de Kevin Puts (nacido en 1972) y libreto del dramaturgo Greg Pierce, sigue su misma estructura, tomando la figura de la escritora como eje central para articular el relato.

Con ella como base, asistimos a la jornada en la que da inicio a su obra, en abierta tensión consigo misma y los obsesivos pensamientos que la distraen de su propósito literario.

Clarissa debe planificar y llevar a cabo los preparativos para festejar un premio literario obtenido por su amigo Richard -para quien quizás esta sea su última celebración- y resolver de pasada los conflictos sentimentales que tiene con su pareja Sally, quien desea persuadirla que su amigo no está lo suficientemente bien de salud como para ser parte de una fiesta en su honor.

A la vez que aún en bata de levantarse, Laura lucha contra una invalidante y profunda depresión, que la hace leer obsesivamente la novela de Wolff, mientras como una autómata prepara junto a su pequeño hijo una torta de cumpleaños para sorprender y celebrar a su esposo cuando éste vuelva del trabajo.

Será un agitado día , sobre todo a nivel interno, para estas tres mujeres que deberán resolver temas fundamentales que no las afectan solo a ellas sino también a su entorno más íntimo y cercano. Una jornada crucial en muchos aspectos, en la que se verán impelidas a dar solución a temas que tiene que ver son sus sentimientos, relaciones de pareja, íntimos deseos, miedos, vida laboral, sexualidad y un sinfín de condicionantes que deben ser resueltas lo antes posible.

Una jornada de tensiones y conflictos

El mérito principal del libreto de Greg Pierce es que no se pierde en el cúmulo de conflictos planteados, y logra hacer que la acción y el hilo argumental avancen con nitidez y claridad entre los personajes y los saltos en el tiempo, que van desde el hogar de Wolf en los años 20, a la jornada en Los Angeles de Laura a fines de los años 40, hasta el agotador día de Clarissa en el Nueva York de 1999.

Tenemos así en permanente foco y perspectiva estos tres mundos a la vez, que desde distintos tiempos interactúan -con la novela de la escritora inglesa como fondo- y confluyen hasta un emotivo final que une a estas tres mujeres en un sentimiento de pertenencia, complicidad y hermandad. Es un desenlace que trasciende lo geográfico y temporal para anclarse en una dimensión netamente humana y femenina, donde se dan cuenta que sin conocerse la una con la otra, en el fondo no han estado «solas» en sus conflictos.

Con tres protagonistas actuando la mayor parte del tiempo al «unísono», Kevin Puts construye una partitura que enlaza estos tres mundos, cada cual desde su particularidad, obviamente sostenida en un estilo (tonal), único y definido.

El universo sonoro de la escritora en Richmond da cuenta de su estado mental; es una música de crispada calma, con quiebres propios de la alteración en la que vive Virginia. En cuanto a Laura Brown se percibe con claridad ahí la influencia de la música popular en el retrato de esta mujer y su soterrado sufrimiento. En tanto la agitación propia de una urbe como Nueva York se filtra con acierto en los colores que se imponen en el mundo de Clarissa, un sonido que nos habla de la premura en la que transcurre la vida urbana y la prisa de la mujer por resolver los problemas antes que termine su día.

Grandes talentos

La puesta en escena de Phelim McDermott (que anteriormente dirigió una impresionante puesta de «Akenatón», de Philip Glass) es muy dinámica y teatral. Hay un permanente movimiento de escenografía a la vista del público y tanto el coro como las protagonistas van y vienen en una solución de continuidad que otorga ritmo a la acción.

Un detalle importante y que otorga gran expresividad a la obra es el uso del coro, que ya sea actúa como prolongación de alguna de las protagonistas, comenta la acción a la manera del teatro griego, o pasa a ser el marco humano de la acción en alguna calle neoyorkina. Es un trabajo escénico que funciona como mecanismo de reloj y está resuelto con enorme precisión.

A nivel vocal, sobresale sin duda el trabajo de las tres protagonistas. La labor de la soprano Renée Fleming (Clarissa Vaughan), tras una ausencia de cinco años de este escenario del Met de Nueva York, resulta particularmente expresivo, y de alguna forma sorprendente, ya que esto no es precisamente una fortaleza en ella. Fleming consigue configurar un fraseo de fuerte dramatismo y trabaja muy bien su material vocal.

La soprano Kelli O»Hara (Laura Brown) obsequia con un material de rica expresividad y musicalidad, dando cuenta que posee excelentes dotes de actriz y una gran capacidad de exteriorizar el soterrado tormento que aqueja a esta ama de casa.

Y a la cabeza del elenco se instala sin duda la mezzosoprano Joyce Di Donato (Virginia Woof), con las fortalezas que ya le conocemos de sobra: timbre brillante, fuerte dramatismo o delicadas sutilezas, caudal generoso, enorme expresividad e innegables dotes actorales que aquí luce con generosidad.

La principal característica de este espectáculo es su teatralidad (excelente propuesta escenográfica de Tom Pye), algo que todas y todos los participantes entienden y asimilan muy bien, lo que da unidad de estilo y forma a la acción, que si bien está conducida por los conflictos de las tres protagonistas, no resta entrega a los otros personajes.

Así destaca la labor del tenor Sean Panikkar como Leonard, el esposo de Virginia; el bajo-barítono Brandon Cedel como Dan, el esposo de Laura; el bajo-barítono Kyle Ketelsen como el atormentado Richard; y la muy destacada mezzo Denyce Graves como Sally, la pareja de Clarissa. Mención especial merece el coro por el exigente y logrado despliegue tanto musical como escénico que lleva a cabo.

La orquesta del Metropolitan Opera, a cargo de Yannick Nézet-Séguin, responde con soltura en una propuesta que la lleva desde los sonidos orquestales más clásicos a fuertes guiños contemporáneos y pop, moviéndose siempre en el terreno de lo tonal y sacando partido a una orquestación por momentos exuberante.

Sin duda la ópera «Las horas», de Kevin Puts, es un trabajo redondo, que fluye y equilibra muy bien la intimidad de las protagonistas y el drama que viven con una acción casi incesante de la que entran y salen no pocos personajes.

«Las horas», una ópera en dos actos con música de Kevin Puts y libreto de Greg Pierce, basada en la novela homónima de Michael Cunningham, vista en una transmisión desde el Met Opera en el Teatro Nescafé de las Artes, en Santiago de Chile.

Elenco: Renée Fleming (Clarissa Vaugh); Kelli O»Hara (Laura Brown); Joyce Di Donato (Virginia Woolf); Sean Panikkar (Leonard Woolf); Brandon Cedel (Dan Brown); Kyle Ketelsen (Richard); Denyce Graves (Sally). Coro y orquesta del Met. de Nueva York dirigidos por Yannick Nézet-Séguin.

Dirección teatral de Phelim McDermott. Escenografía y vestuario de Tom Pye. Iluminación de Bruno Poet. Coreografía de Annie-B Parson. Proyecciones de Finn Ross.

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