La Canción de la Tierra: Un Mahler teatralmente musical

Por José Luis Arredondo.

La Canción de la Tierra (1907 – 09), encontró a Gustav Mahler (1860 – 1911) en un difícil punto de inflexión personal y profesional, había muerto su hija mayor siendo aún una niña, lo habían desvinculado de su puesto de director de la Opera de Viena y le diagnosticaron una afección cardíaca que pocos años más tarde lo llevaría a la muerte.

Tres golpes muy duros que lo hacen replantearse su visión sobre temas trascendentales como el sentido de la vida y la muerte. Con esto en mente y apoyado en el conjunto de poemas orientales recopilados en la obra «La Flauta China», de Hans Bethge, estructura una obra de profunda meditación metafísica.

La Canción de la Tierra es un viaje por distintas etapas que ahondan en lo que significa la vida, la muerte y la trascendencia, son seis poemas que Mahler musicaliza en lo que se ha denominado una Sinfonía para Voces (Mezzo y Barítono), que nos lleva por distintos estadios de la existencia humana y su paso terrenal: La Canción Báquica de la Miseria Terrenal; El Solitario en Otoño; De la Juventud; De la Belleza; El Borracho en Primavera; La Despedida.

Una obra pletórica de imágenes poéticas que en esta versión del Festival de Teatro Santiago a Mil nos llegó de la mano de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile bajo la conducción de Paolo Bortolameolli, la Compañía Teatro Cinema y los solistas Evelyn Ramirez (Mezzosoprano) y Javier Weibel (Barítono).

Teatro Cinema dotó a la obra de un conjunto de bellas y poéticas imágenes digitales concebidas desde el texto de cada una de las canciones. Con un fuerte acento en lo simbólico, metafórico y onírico y haciendo uso de tonalidades que remiten al imaginario de los cuentos de hadas, articularon una visualidad de ensoñación con claras referencias al compositor (instrumentos musicales que flotan y se arman o desarman en el espacio, un mascarón de proa con la imagen del músico). Esto dotó de gran unidad temática el espectáculo y enriqueció la pieza al reflotar para un público tan diverso como el que acude a este Festival toda la imaginería que subyace en la obra.

Este fue un Mahler no solo musical sino también teatral, en lo que claramente expande las fronteras del género y permite acceder a la riqueza de la pieza a un público que busca también una vivencia y una experiencia más allá de lo netamente auditivo.

La labor de la Sinfónica estuvo a la altura de lo esperado, hoy por hoy no hay duda de que es la agrupación que mejor entra a la obra de Mahler y toda su riqueza conceptual-sonora. La conducción de Bortolameolli fue un ejemplo de expresividad y detallísmo, una dirección sensible y atenta a extraer todo ese sonido que se expande desde lo camerístico a lo sinfónico en perfecto equilibrio. Cada sección brilló tanto como el conjunto bajo una dirección pulcra, firme y con atención al rico entramado malheriano.

Punto altísimo de la velada resultó la labor de los solistas. Weibel prestó su timbre de rica textura y una lúdica performance teatral, generoso volumen que lució sobretodo en la primera canción (un instante casi wagneriano) y un acertado instinto escénico que brilló en «El Borracho en Primavera».

Evelyn Ramirez fue una acertada elección, su timbre oscuro, pastoso y consistente, resultó preciso al tono general de la obra. Entró bien al juego escénico y en la larga canción final (La Despedida), dio una verdadera clase de expresión musical, íntima, crepuscular, la imagen de quien cavila en lo metafísico en tránsito mental y espiritual hacia algo que ya no es de este mundo. Nos dejó con una sensación parecida a la emoción que gatilla el final de «Tristán e Isolda» y esa disolución en el todo universal.

Fueron tres funciones a teatro lleno, con un público muy diverso que se dejó cautivar y ovacionó una propuesta diferente a lo habitual, lúdica, creativa, y ejecutada al más alto nivel.

Un acercamiento teatral a la riqueza musical de Mahler que se agradece por la virtud de expandir sus fronteras y acercar al público a una forma distinta de aproximarse a su genialidad musical.

La Canción de la Tierra. Gustav Mahler. Teatro Cinema. Paolo Bortolameolli. Sinfónica Nacional de Chile. Evelyn Ramirez y Javier Weibel. Jueves 10, viernes 11 y sábado 12 de enero. Teatro Universidad de Chile.

Misma versión que Teatro Cinema estrenó junto en Los Ángeles (USA), junto a la Orquesta Sinfónica de esa ciudad.

Fotos: Patricio Melo

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