Una «Tosca» acertada en lo musical y de irregular puesta en escena divide opiniones en el Municipal de Santiago

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La soprano estadounidense Melody Moore, en el rol de Tosca, frente al acosador Barón Scarpia, a cargo del barítono ruso Elchin Azizov.

Por José Luis Arredondo.

La de «Tosca» es una de esas historias que entran a la médula de nuestras emociones y sentimientos desde su mismo inicio, gracias a un argumento que toca todas las fibras que movilizan el espíritu humano (amor, pasión, deseo, política, traición, venganza, sacrificio, dolor, angustia) y una música que es total reflejo de esas pasiones y emociones.

Esta es una partitura que proyecta con fuerza y claridad todas y cada una de las gamas de sentimientos que el compositor Giacomo Puccini situó en la ocupada Roma del 1800.

La protagonista de esta ópera intensa de principio a fin es Floria Tosca, cantante lírica y diva de tomo y lomo, mujer voluptuosa que se sabe el centro de la admiración y la atención de todo el mundo y lo disfruta.

Tosca ama con pasión y desenfreno al pintor Mario Cavaradossi, un artista libertario y con gran sentido social y político.

Sin embargo, entre ambos se interpone el jefe de la policía secreta romana, el Barón Scarpia, siniestro funcionario del régimen que está obsesionado por Tosca y no trepidará en nada con tal de conseguirla.

La ocasión para Scarpia llega cuando Cavaradossi ayuda a huir a un prisionero político (Cesare Angelotti) y Scarpia lo toma prisionero para que confiese dónde ha escondido al fugitivo.

Tosca será la moneda de cambio para dejar libre a Cavaradossi, aunque en el camino los planes se complican y nada resulta tal como fue planeado.

Así, los tres personajes principales se precipitan hacia un trágico final.

Música y teatro

‘Tosca’ es una ópera de gran teatralidad, provista de una acción casi desenfrenada en la que late permanentemente la pasión que fluye entre los protagonistas, en conflicto con la tensión que imponen los planes del malvado Scarpia para separarlos en su beneficio.

Es una obra de amores y odios que ocupa un lugar de privilegio en el gusto del público operático, y que dadas sus características tanto a nivel de trama como de música, gana cada día adeptos que encuentran en ella una ancha puerta de entrada a la lírica.

Para componer ‘Tosca’, Giacomo Puccini (1858-1924) se basó en la afamada obra teatral del francés Victorien Sardou, ambientada a inicios del siglo XIX y cuya acción transcurre en  menos de 24 horas en tres sitios históricos de la capital italiana: La iglesia Santa Andrea della Valle en el primer acto; el Palazzo Farnese (donde Scarpia tiene su despacho y Cavaradossi es torturado) en el segundo; y el Castel Sant’Angelo (prisión y lugar del último encuentro de los amantes) en la tercera parte y final.

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La actual versión escenificada en el Municipal de Santiago viene renovada y con una mirada estilizada.

Se trata de una puesta en escena firmada por el director de escena alemán Willy Decker, que debutó mundialmente en la Ópera de Sturgatt, Alemania, en 1998.

Decker despoja a ‘Tosca’ de sus referencias históricas y geográficas explícitas y solo conserva en el vestuario referencias al periodo del Segundo Imperio.

Es una propuesta de corte minimalista y de tonos oscuros que depura de elementos corpóreos la ambientación y sitúa a los personajes en un espacio virtualmente vacío, apoyados unicamente en una planta de movimientos y tres elementos de utilería (una gran escultura de la Virgen María el primer acto, un cuadro de María Magdalena, y una enorme mesa escritorio en el estilo en el segundo), reservando para el tercero un espacio totalmente vacío en el que se distingue sólo una gran puerta y en el que la iluminación cobra mucha importancia.

Esta propuesta generó variadas reacciones entre el público que asistió al Municipal de Santiago, que se vio enfrentado a una estética a la que no estamos mayormente acostumbrados en nuestro medio.

En lo personal, es un tipo de puesta en escena que me satisface cuando está bien hecha, ya que da buena cuenta de que en última instancia la ópera es un fenómeno escénico de inequívoca raíz teatral y comprueba que la fuerza que contiene da un amplio margen a sacar las historias de su contexto histórico sin que pierdan su esencia dramática.

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El problema que veo con la actual versión es que me resulta incompleta en lo que propone.

Tras el minimalismo y la desnudez escénica debe haber un concepto, a la vez hay que vestirla de luz para que el cuadro esté acabado y aquí ese elemento falla en gran parte del desarrollo, sobre todo en el primer y tercer acto, instantes en los que los acentos y la atmósferas necesarias a la historia se ven disminuidos a causa de un diseño lumínico mas bien plano.

En general, la propuesta de Decker descansa en las actuaciones, en el canto y en el vestuario.

Por otro lado, me parece que en nuestro país hay dos etapas que fallan a la hora de enfrentar un trabajo de estas características.

Primero, este tipo de puestas en escena se apoyan fuertemente en el trabajo actoral de los cantantes; aquí ya no se trata solo de marcar entradas y salidas (como muchas veces ocurre en los montajes tradicionales) sino de construir una elaborada planta de movimientos y lograr interpretaciones acabadas.

Esto implica disponer de un tiempo de ensayos y preparación que, por variados motivos, en Chile no se da por completo.

La desnudez escénica ha de ser vestida con un trabajado diseño de luces que implica también recursos, y ensayar con los cantantes hasta que no quede ningún movimiento al azar.

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La otra etapa tiene que ver con el público que asiste a estos espectáculos en el Municipal de Santiago.

Durante décadas esta audiencia ha estado acostumbrada a las puestas en escena tradicionales y no se le ha formado (escuela de espectadores) ni se le han entregado las herramientas necesarias para que pueda apreciar un montaje que escapa de las estéticas tradicionales.

Como consecuencia, muchas veces el público rechaza este tipo de puestas al sentirse desorientado frente a lo que ve. Esta es una tarea pendiente y urgente en nuestro país.

Con todo, la actual «Tosca» en el Teatro Municipal de Santiago me deja conforme. Si bien me merece los reparos referidos en cuanto a su escenificación, en los aspectos musicales me parece que cumple.

Los solistas

Lo mejor es la sólida Tosca de la soprano Melody Moore, muy bien actuada y con gran seguridad en su entrega.

El tenor Leonardo Caimi saca adelante su Cavaradossi, aunque su material vocal y estilo evidencian que no es un rol hecho para su tesitura.

Bien el Scarpia del barítono Elchin Azizov, siniestro, duro, sombrío, violento y un tanto rústico, todo sellado con un generoso volumen.

De mi total gusto el Sacristán del bajo barítono Sergio Gallardo; alejado del estereotipo del vejete añoso, compone un personaje robusto y muy dinámico, lo que permite dar una mirada nueva y fresca sobre un papel que de este modo se hace ver mucho más y cobra relevancia en los aspectos teatrales de la obra, méritos coronados por el excelente material vocal del cantante.

No se quedan atrás el sonoro Angelotti de Jaime Mondaca, el Spoletta de Gonzalo Araya, el Sciarrone de Eleomar Cuello, el carcelero de David Gáez y el pastor de Constanza Wilson (rol que en esta puesta es un ángel).

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Sólido como siempre el Coro del Municipal, que brilla con fuerza en el Te Deum al final del primer acto, una escena que la regie de Decker transforma en una macabra reunión teñida de negro casi en su totalidad, y en la que los asistentes al servicio religioso parecen sacados de una película sobre el Conde Drácula.

Dirección orquestal

Para el director ruso Konstantin Chudovsky es su primera «Tosca» y eso explica algunas cosas.

Chudovsky logra dar en general con el tono de la pieza, una partitura que dibuja los sentimientos internos de los personajes y grafica muy bien los instantes de amor, angustia y dolor que viven.

El problema es que en algunos momentos abusa del volumen orquestal y tapa las voces de los cantantes en una obra donde el peso de cada frase es crucial y buena parte del placer es oirlo en plenitud.

Mi saldo de esta ‘Tosca’ es, con todo, positivo.

Siempre preferiré -aunque los logros no sean totales- una puesta en escena de este tipo a una tradicional.

La modernidad llegó para quedarse y ahora es el turno de los responsables de las salas de procurar que todos los elementos se conjuguen para que los resultados sean óptimos.

«Tosca», de G. Puccini, en el Municipal de Santiago. Dirección Musical: Konstantin Chudovsky. Regie: Willy Decker. Escenografía y Vestuario: Wolfgang Gussmann. Iluminación: Ricardo Castro. Repositor: Stefan Heinrichs. Supervisor de vestuario: Constanze Schuster.

13, 17, 19, 21 y 23 de julio de 2018 (elenco internacional).

18 y 20 de julio (elenco estelar).

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3 thoughts on “Una «Tosca» acertada en lo musical y de irregular puesta en escena divide opiniones en el Municipal de Santiago

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    1. La ópera es un fenómeno escénico que implica tanto teatro (actuación) como música (cantantes y orquesta), no es «principalmente» canto, es principalmente los dos aspectos que referimos, lo otro son los registros sonoros, en los que obviamente los escénico no cuenta.

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