#Teatro. Obra «El Bus», de Lukas Bärfuss: Carretera al infierno

Por José Luis Arredondo //

El Bus

A Érika se le apareció un ángel con una orden perentoria, ir sin falta en peregrinación a la fiesta de Santa Sofía, en Polonia. Un viaje que para ella está revestido de sentido místico y sacrificial, como si se tratase de un cordero de Dios que con su acto de presencia quitará los pecados del mundo, trayendonos la paz. Por eso abordó el bus que la llevaría a destino a toda prisa, prisa que más temprano que tarde le pasó la cuenta, ya que en pleno viaje, y en medio de algo parecido a la nada cercana a un bosque, el chofer le informó, no de muy buena manera, que tomó la máquina equivocada, una que va en sentido contrario a Polonia, y para peor con varios pasajeros a bordo que lo único que quieren, y lo hacen saber con airados reclamos, es llegar a su destino. Así se inicia para la joven un periplo infernal, en la que todo parece confabularse para que no pueda llegar a tiempo a la fiesta de la santa. Hermann (el chofer) es un tipo violento y déspota, y cada uno de los pasajeros parece sacado de un cuento de misterio o terror. El asunto es que este viaje toma ribetes de pesadilla para Érika, quien deberá sortear todo tipo de obstáculos si quiere ver cumplida la misión que la divinidad, según ella, le ha encomendado.

«El Bus», del suizo Lukas Bärfuss, me resulta una gran y aguda metáfora de los tiempos que corren. Hay un latido Dantesco en la obra que refleja muy bien el estado de las cosas en la actualidad. De una u otra forma todos somos Érika y todos somos los pasajeros y el chofer en el diario vivir. La misión de la joven resuena preñada de sentido humanista y religioso, un peregrinaje que busca expiación, la propia y la ajena, y un solicitar la intercesión de la santa ante la divinidad para nuestra salvación, pero es un viaje afiebrado, angustiado, tenso, que más parece el delirio de una esquizofrénica que el de una iluminada, su fe se parece a la del carbonero, o mejor, a la de esos evangélicos que vociferan en las esquinas, a todo volumen, histéricos, instándonos a arrepentirnos de todo, so pena de arder en el infierno. Por otro lado los pasajeros son una fauna variopinta que resume toda la violencia, la rabia, el egoísmo y la desidia para con el otro, que podemos imaginar, y también por momentos la bondad y la solidaridad de que es capaz, aún, el ser humano para con su prójimo. El tiempo en que Érika y el resto de los pasajeros, a los que en un momento se suma un singular dueño de bomba de bencina, es un lapsus que transita entre la pesadilla y el surrealismo, es un encuentro forzado y tenso y que parece una cadena de infortunios en los que la luz al final del tunel no parece muy cercana.

La versión dirigida por Luis Ureta da muy buena cuenta de los elementos que configuran la obra. La dirección instala muy bien el ambiente de violencia y pesadilla que envuelve cada escena, el ritmo que le imprime logra crear tensión y por momentos angustia. Da muy bien a la vez en el tono simbólico, onírico y surreal que envuelve la trama, evidenciando que lo que vemos es una lúcida metáfora no exenta de un humor muy negro y por momentos, en el trato recibido por la protagonista, cruel. Por cierto que también aflora la crítica social casi explícita en la obra, pero es una crítica que primero apunta a lo humanista propiamente tal, que a la crítica sistémica. En «El Bus», el infierno son los otros antes que un sistema de gobierno, la violencia, la crueldad y la falta de empatía son ejercidas por seres humanos comunes y corrientes y no por un aparato represivo o un estado policial. Eso la hace mas inquietante, y Ureta expone muy bien esa «inquietud» en escena, logrando un tono entre Kafkiano y Dantesco que nos mantiene en tensión hasta el final.

Punto fundamental en el logro es el nivel actoral, partiendo por el chofer Hermann de Jaime Omeñaca, violento, duro y despiadado, por momentos brutal, y a pesar de esto, humano. Lo mismo que la Érika de Tahina Johnson, delirante, angustiada, indefensa aterrada, y a la vez con suficiente entereza y valor para afrontar las dificultades que la acosan y cercan. No se quedan atrás Tichi Lobos, Juan Pablo Miranda, Macarena Silva y Carlos Ugarte como este cortejo de pesadilla que aprisiona a la joven.

Así como el diseño integral de Laurene Lemetre y la música del Taller Música Contemporánea (Dir. Pablo Aranda), que logran crear una atmósfera que, a la vez de configurar elementos de distanciamiento que favorecen la lectura más social del drama, nos envuelven en su ambiente onírico.

«El Bus» es uno de los platos fuertes de la temporada, por la calidad del texto y su propuesta escénica.

«El Bus» (Lukas Bärfuss). Dirección de Luis Ureta. Elenco: Tahina Johnson, Tichi Lobos, Juan Pablo Miranda, Macarena Silva, Carlos Ugarte y Jaime Omeñaca. Musica de Taller Música Contemporánea. Diseño Integral de Laurene Lemaitre. Realización escenográfica de Amorescénico. Diseño gráfico de Eduardo Cerón. Traducción de Pola Iriarte. Producción de David Meneses.

Teatro Finis Terrae (Pocuro 1935. Providencia). Del 4 de Mayo al 3 de Junio. Viernes y sábado a las 21 hrs. y Domingo a las 19 hrs.

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