#Teatro «La Espera», Compañía Teatro del Terror: Mia es la venganza

Por José Luis Arredondo. //

«La Espera», de Guillermo Blanco, es un cuento clásico de la literatura chilena. La historia se ambienta en la Región del Maule hacia 1936. Bajo un clima invernal, el patrón de una de las haciendas encuentra a un conocido bandido, apodado «El Negro», violando a una muchacha, le pega un tiro en la pierna y lo lleva hasta la bodega de la casa patronal, ahí su esposa le cura la herida a la espera de la llegada de la policía. «El Negro» les jura a ambos que escapará y volverá para vengarse. La noche siguiente, en medio de la tormenta, la mujer se desvela, presa del miedo y con la promoción de que el bandido cumplirá su amenaza.

La Compañía «Teatro del Terror» (El Pelícano, Macbeth, Lástima que sea una puta), lleva a escena una versión teatral inspirada en este cuento, y lo hace dando un excelente giro hacia el lado más político y social de la narración. Aquí la mujer (llamada «la Patrona»), interactúa con «El Negro», mientras le cura la herida, en lo que constituye un diálogo que nos adentra en la relación peón-patrón desde un punto de vista de las profundas diferencias sociales que los separan, sin soslayar una fuerte carga erótica que se evidencia entre ambos personajes.

«La Patrona» es una mujer joven, educada, delicada y sensible. El Negro es una fuerza de la naturaleza, un ser criado en medio del campo y que a pesar de actuar básicamente siguiendo sus instintos, posee una aguda lucidez y una clarisima conciencia de clase. Entre ambos se manifiesta una gran tensión, propia de la situación que atraviesan, como de las profundas diferencias que hay entre ambos. Una tensión que el componente sexual potencia y agudiza. El tiempo transcurre en medio de una suerte de dialéctica oral que pone de manifiesto la situación de las clases más desposeídas frente a los dueños del capital. Completa el cuadro el Patrón, encarnación viva del latifundista, que por ser y sentirse dueño absoluto de la tierra, actúa desde su posición de autoasignada primacía moral y económica. Defensor absoluto del sistema capitalista, para quien «El Negro» es un simple eslabón de la cadena de producción, un engranaje más de la máquina que impulsa el desarrollo del pais. Desarrollo que no se alcanza si no es, a su juicio, por su labor patronal y el actuar de su clase.

Ésta excelente adaptación de «La Espera», es una obra que entra a fondo en la arista más política y social que se puede desprender del cuento, una verdadera «lucha de clases» que no está exenta de un alto componente erótico. El encuentro de los personajes nos lleva a penetrar en un modo de vida (el del campo) y una visión de mundo (el de los patrones y los inquilinos), que se manifiesta casi irreconciliable debido a sus diferencias y distancias.

La puesta en escena nos adentra muy bien en el conflicto y la atmósfera en la que se desarrolla. La escenografía da cuenta de elementos propios del lugar físico de la acción, mediante recursos audiovisuales, y aporta sensorialmente muy bien a la ambientación (el olor a tierra húmeda, el sonido del rio, el viento, los crujidos de las maderas en la casa, los pájaros etc.). Vital en esta oportunidad resulta la iluminación, en un inquietante juego de luces y sombras que se tiñe de penumbra y logra introducirnos en la crispada atmósfera de esa jornada de angustia y terror. Fundamental resulta también el apoyo del sonido, que refleja la tensión ambiental y dibuja en lo auditivo el miedo, la tensión, la angustia y el paisaje.

En cuanto a las actuaciones el equipo responde con excelencia a la alta demanda de la obra.

Soledad Cruz Court (la Patrona), logra transmitir toda la tensión y angustia que vive el personaje, da cuenta de todas las capas y aristas del rol, que van desde la mujer de clase alta, educada y de gran sentido humanista, hasta la hembra que se erotiza frente al bandido. Todos los estados por los que pasa esa noche los transmite muy vivamente y aporta un notable despliegue de acciones corporales, que resumen en imágenes físicas sus atormentados sentimientos.

Claudio Riveros (El Negro), dibuja nitidamente la sicología del bandido, un ser forjado en la rudeza del campo y de una vida que reporta más sacrificio que recompensas. Es un luchador, un guerrero de la existencia, movido más por el instinto que por el intelecto, pero que posee una aguda conciencia de clase y ha sabido internalizar muy bien los pocos conocimientos que han estado a su alcance. Riveros plasma notablemente esta dualidad homo-faber / homo-sapiens, y logra que empaticemos con «El Negro», a pesar de su proceder, ya que humaniza todas las acciones, evitando el clisé del malvado. Excelente aporte, de la adaptación y el actor, el habla popular ajena a entonaciones y modismos pasados, que aqui resuena totalmente actual.

Nicolás Pavez (el Patrón), es la encarnación químicamente pura del latifundista, posee la arrogancia y seguridad del que se sabe dueño de todo, incluidos los hombres y mujeres que lo rodean, sobretodo los que están a su servicio. Y aunque reviste su accionar de intenciones altruistas, late en el fondo el pulso clasista que caracteriza su proceder. Muy bien Pavez que aqui lleva el peso del discurso más político de la obra.

Completa el elenco, de muy buena forma, Carol Henríquez, como la muchacha víctima de El Negro.

La dirección, que corre a cargo de Javier Ibarra Letelier y Nicolás Pavez, extrae todo el potencial de crítica política y social que perfila la adaptación, logra instalar un conjunto de excelentes actuaciones y las hace parte integral de una puesta en escena que extrae del original toda la carga de miedo, angustia, tensión y también violencia que portan los personajes con una lectura muy actual y viva del conflicto.

«La Espera» es un valioso trabajo escénico, que repotencia con una visión muy inspirada, aguda y actual, un clásico de nuestra literatura. Y lo hace mediante una adaptación que expande el cuento al extraer de el una lectura enriquecida de significados que nos resuenan totalmente actuales.

«La Espera». Dramaturgia de Iván Fernández. Dirección de Javier Ibarra Letelier y Nicolás Pavez. Elenco: Soledad Cruz Court, Claudio Riveros, Nicolás Pavez y Carol Henríquez. Producción de Maria Luisa Vergara. Diseño integral de Rocío Hernández. Composición musical de Juan Carlos Valenzuela. Audiovisual Alex Waghorn. Entrenamiento Valentina Bravo. Diseño Gráfico Daniela Bunker.

Teatro Sala Sidarte. Ernesto Pinto Lagarrigue 131. Del 2 al 19 de mayo. 20:30 hrs.

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