Camerata de Salzburgo en CorpArtes: La gran fiesta de la música

Por José Luis Arredondo //

El hecho de vivir en el mismo lugar donde nació Mozart y donde pasó una parte importante de su vida (caminando por las mismas calles, contemplando los mismos paisajes, escuchando las mismas melodías), te da una perspectiva única de su personalidad y de su música. Creo que la Camerata tiene este sentimiento y acercamiento especial hacia su música.

Estas palabras del director de la Camerata de Salzburgo, el israelí Gregory Ahss, resumen muy bien el espíritu de la agrupación y las sensaciones que despertó el concierto que brindaron en el Teatro CorpArtes el pasado sábado 7 de abril.

Un concierto que fue un viaje al corazón de cada compositor programado. En donde pudimos entrar, gracias a la enorme calidad de la agrupación, a la médula de cada obra por una parte, y por otra asimilar, en la lectura de los intérpretes, la clarisima contemporaneidad de cada pieza.

El programa se inició con el bellisimo nocturno del cuarteto para cuerdas número 2 en Re mayor de A. Borodin (en arreglo de Shane Woodborne). Obra de líricas y emotivas cuerdas, muy íntimo y de gran carga sentimental. Pieza perfecta para preparar una velada en que básicamente la belleza y la armonía eran las grandes convocadas.

Borodin dio paso al dueño de casa, Mozart y su concierto para clarinete en La mayor, K 622. Momento de lucimiento para el solista Wolfgang Klinser en una pieza fina, íntima y bella, en la que el clarinete se expresa casi con una cualidad de voz humana, en un diálogo sutil y expresivo con la orquesta.

Intermedio y damos un salto en el tiempo hasta Stravinsky y su Suite Pulcinella, elección que habla de la enorme ductilidad de la Camerata. Una obra en la que flotan una certera mirada al barroco tardío y al clasicismo, citando melodías de Pergolesi pasados por el tamiz de la modernidad propio del compositor ruso. Aquí brillaron y se hicieron notar unos potentes vientos y cuerdas que dan fe de la cualidad de solista de cada integrante del conjunto salzburgués, si juntos son una explosión de calidad, no se quedan atrás por separado.

Cerró el concierto una muy vital Sinfonía 35 en Re mayor, K 385 (Haffner). Obra de absoluta madurez compositiva y verdadero viaje al corazón del estilo Mozartiano. Pieza que en la aguda lectura de la Camerata, nos confirmó la notoria vigencia del músico en resonancias que rozaron sonidos propios del siglo XX. Fue una entrega que sirvió en bandeja de plata todos los matices de la obra y su enorme proyección en la historia de la música.

La Camerata hace sentir el pulso de cada composición. La suya es una entrega vital y entusiasta, cada integrante mira al concertino y a sus compañeros con alegre complicidad, se percibe la alegría de tocar y la tranquilidad que logras cuando ya la técnica está tan asimilada e internalizada que te permites crear un ambiente de fiesta al tocar.

Noche memorable gracias a una agrupación que conoce de cerca la perfección y la disfruta.

Una visita de lujo que ya queda registrada entre lo mejor de esta temporada musical.

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