Por José Luis Arredondo A. //
40.000.- kilómetros es lo que mide el perímetro de la tierra. Nuestro mundo, el sitio que habitamos y que por lo grande es como un barrio en el que conocemos, con suerte, al vecino, y a veces ni siquiera eso, hasta que lo invitamos, o llega solo, a nuestra casa.
40.000.- kilómetros también es el título de una valiosa y conmovedora obra de teatro testimonial, de fuerte acento social, en el que cuatro inmigrantes nos cuentan, de primera fuente, lo que ha significado para ellos la experiencia de «la extranjería», por usar una definición propia de Gabriela Mistral.
Son cuatro intérpretes y cuatro testimonios, muy íntimos y personales, totalmente reales, sobre lo que les ha significado avecindarse en Chile, ya sea por un tiempo o en forma definitiva. Una boliviana (Mayra Padilla), una española (Aída Escuredo), una argentina (Eliana Furman) y un haitiano (Ralph Jean Baptiste), narran en primera persona, emotivas, alegres o dolorosas experiencias sobre lo que les ha significado vivir en Chile. Un país en el que, desgraciadamente, nos caracterizamos por un alto nivel de clasismo y xenofobia. Afloran aquí temas raciales, laborales, el desarraigo, la familia, el sentido de pertenencia, la discriminación y muchos más que tiene que ver con la vida que se construye lejos del lugar en el que naciste.
En un escenario vacío, solo provisto de una mesa, cuatro sillas, algunas proyecciones ,y mayormente de cara al público, van exponiendo uno a uno distintas experiencias de vida que se entrelazan con recuerdos, también hay interacción entre ellos y mucha cercanía con el espectador, lo que crea una atmósfera de intimidad y proximidad, como si nos encontráramos frente a alguien que narra para nosotros, casi de forma individual, un hecho muy personal de su vida. Aquí no se puede hablar de «actuación» en el sentido más literal, nadie está asumiendo un papel, un rol, un personaje, cada interprete habla de experiencias directas y propias, eso da a la propuesta un nivel de verdad que rebasa lo puramente teatral, esto redunda en un compromiso, en cada interprete, que conmueve hondamente.
De los relatos se desprende el dolor del desarraigo pero también la voluntad de adaptación a un país en el que muchos de los usos y costumbres les resultaron, y resultan, extraños y ajenos. Desde lo que puede ser un tema de comidas hasta el lidiar con algún episodio de xenofobia, clasismo o prejuicio.
Como Chilenos, y a pesar de ser un país en gran medida construido a base de inmigración, nos caracterizamos durante mucho tiempo como un pueblo cerrado y no muy proclive a convivir con extranjeros, quizás cierta condición de aislamiento, encerrados entre mar y cordillera, nos hizo crecer mirándonos el ombligo y no ver más allá de nuestro entorno más cercano. Fuimos durante siglos una nación muy ajena a la pluriculturalidad, y las actuales corrientes migratorias para muchos han resultado una prueba de adaptación y tolerancia que nos les resulta fácil.
Esta condición nuestra se refleja con claridad en los testimonios expuestos en la obra. Testimonios que hablan de un abrirse camino, muchas veces entre espinas, para lograr un nivel de estabilidad económica, social y emocional en esta faja de tierra al sur del mundo.
Rescato principalmente de la propuesta su enorme compromiso emocional con el relato, y el valor social que representa un trabajo de esta índole, para hacernos ver muy de cerca lo que significa el ser inmigrante en Chile hoy, aquí y ahora.
Notable iniciativa que con calidad tanto en lo artístico como en lo testimonial, nos acerca a una realidad de la que somos parte todos, chilenos y extranjeros.
Ficha técnica:
Compañía: Teatro Club Social.
Dirección y Dramaturgia: Carlos Aedo Casarino y María Luisa Vergara.
Elenco: Mayra Padilla, Aída Escuredo, Eliana Furman, Ralph Jean Baptiste.
Diseño Integral: Eduardo Mono Cerón.
TEATRO DEL PUENTE
40 mil kilómetros
25 de octubre al 16 de noviembre
Martes a Jueves, 20 horas.
Gral. $6.000, adultos mayores $4.000 y Est., $3.000.
http://www.teatrodelpuente.cl
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