Por José Luis Arredondo A. //
En una entrega desbordante de calidad y que fue premiada con un prolongado y efusivo aplauso, debutó la cuarta versión del festival de coreógrafos en el Municipal de Santiago.
Un encuentro que permite, ya por cuarta vez, aquilatar la enorme versatilidad alcanzada por el Ballet Nacional Chileno y el Ballet de Santiago, que unen talentos, energías y experiencias para dar vida a tres cuadros coreográficos de variada índole y naturaleza, pero con un gran sentido de unidad en cuanto a dos cuerpos de baile. Durante una velada, éstos pasan a ser uno solo, expandiendo los lenguajes de la danza clásica y contemporánea y borrando los límites entre ellas.
La primera coreografía está a cargo de Mathieu Ghilhaumon, director del Banch, que puso en movimiento «Les Noces» de Igor Stravinsky, pieza para orquesta y voces que recrea las diferentes etapas de una fiesta de bodas y para la que aquí el coreógrafo francés diseñó, junto a la chilena Millaray Lobos, una puesta en escena de inquietante atmósfera.
Cuerpos en blanco y grises, que dibujan en el espacio movimientos que sugieren geometrías y que hablan de un rito en el que no se atisba felicidad sino más bien tensión. Hay de fondo una especie de «relato», en sentido figurado, que nos hace pensar en algo que no tiene fin y que una vez que concluye puede volver a repetirse una y otra vez, formas humanas en un espacio no realista, que se relacionan con una carga trágica en sus vidas.
En algún momento el vestido de la novia se tiñe de rojo (sangre) y del fondo emerge una luz que más que iluminar, oscurece. La lectura de Ghilhaumon se despoja del folclorismo que impregna la música del compositor ruso, pero conserva la fuerza atávica que se desprende de su enérgica percusión y unas voces de enorme fuerza expresiva.
Intermedio y el escenario se llenó de luces y colores para dar paso a una pieza de carácter diametralmente opuesto a «Noces».
Aquí nos encontramos con toda la sensualidad, alegría de vivir, desenfado, y también desenfreno, del carácter mediterráneo. «Cantata», con coreografía de Mauro Bigonzetti, y música del Gruppo Musicale Assurd, es una explosión de sonidos festivos.
Hombres y mujeres en salvaje y frenético movimiento, relacionándose en una atmósfera cargada de erotismo y humor. Una pieza de enorme apoyo en lo gestual y en una alegre y vital expresividad. Una pintura de la vida y el amor como intenso goce.
Otro breve intermedio y entramos de lleno a la coreografía que pone fin al encuentro.
Un absoluto clásico de la danza a estas alturas , como lo es el «Bolero» con música de Maurice Ravel y coreografía de Maurice Béjart, que en su hipnótica repetición, nos eleva hacia una sensación de éxtasis y apoteosis en esa melodía que te envuelve y devora.
Mesa roja al centro del escenario y sobre ella el solista que marca la melodía y se rodea de bailarines que llevan el ritmo hasta hacerse uno hacia el final.
Música, movimiento y luz en una pieza con mucho de rito e impregnada de sencillez y con un fuerte sentido de plasticidad en el movimiento de los cuerpos.
El broche de oro de una jornada que desde ya queda inscrita como uno de los puntos más altos de la temporada y que en lo particular, en mi opinión, se instala como una de las versiones más logradas del programa bautizado como Festival de Coreógrafos.
Ballet de Santiago y Ballet Nacional Chileno. Estrellas, Primeros Bailarines, Solistas y Cuerpos de Baile. Bailarín invitado (Bolero): Friedemann Vogel (Ballet de Stuttgart).
Ballet de Santiago: Directora artística Marcia Haydée
Ballet Nacional Chileno: Director artístico: Mathieu Guilhaumon.
Teatro Municipal de Santiago: 29 y 31 de julio y 1 y 2 de agosto 2017. Más info en http://www.municipal.cl
Fotos: Patricio Melo.
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