Por Celeste Jiménez R.
El oratorio profano ‘Carmina Burana’, compuesto por el alemán Carl Orff (1895-1982) en 1937, es una de las obras musicales más conocidas y con mayor convocatoria de público en Chile y el mundo. Y la semana pasada en Santiago no fue la excepción. Asistimos a la ultima función de las cinco realizadas, con entradas agotadas, en el Teatro de la Universidad de Chile, en plaza Baquedano.
La obra consta de tres partes y un encabezado que se reitera al final, con la consigna que identifica la obra: “Fortuna Imperatrix mundi”. Sus tres capítulos comienzan con En Primavera, sigue con In Taberna, y culmina con Corte del Amor; para luego regresar al rezo final que nos recuerda que la fortuna, cambiante como la luna, impera en el mundo.
La ejecución de la famosa obra fue objeto de un aplaudido bis en el ultimo concierto, interpretada a todo pulmón por el Coro Sinfónico y parte de los asistentes del público. La última función tenia mucho de especial. Sabemos, por experiencia personal y colectiva, que la preparación de esta obra requiere ímpetu y minuciosidad, además de semanas de trabajo que generan lazos musicales y afectivos.
Observamos cada detalle de las tres partes perfectamente interpretados por la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, esta vez dirigida por la brasileña Ligia Amado. Destacaron los solistas, la flauta traversa fue la protagonista en algunos lúdicos pasajes, y la presencia de dos pianos hicieron recordar que Orff no quiso poner las cosas fáciles para quienes pretenden dar vida a su creación. Notables fueron también las precisiones de la percusión, que en esta obra simplemente brillan en cada pasaje. Las matracas y el gong nos transportan a lugares lejanos, y nos recuerdan que podemos volar con la música.
La conducción orquestal de Ligia Amado fue virtuosa y enérgica. Ella es sin duda una mujer que no sólo logra una excelente dirección de todo esta gran masa de músicos y cantantes, sino que sabe hacer inolvidable cada función. Tras ingresar al escenario, entrega, en afán didáctico, una breve explicación de cada parte de la obra, y al final de la función, reparte felicitaciones músicos e integrantes del coro. Ligia Amado se llevó aplausos y parabienes tanto del publico como del elenco.
Este 15 de julio fue la última noche en que cantó en Chile el barítono Ramiro Maturana. Lo vimos emocionado y agradecido por las oportunidades que ha tenido en este país, pero también listo para partir a continuar sus estudios musicales en Nueva York y luego en la Scala de Milán.
Maturana y la soprano Claudia Pereira ofrecieron registros vocales precisos para la obra, y exhibieron el conocimiento acabado de ella. Claudia Pereira una vez más luce un registro vocal con agudos limpios y brillantes, y Maturana domina cada parte con su potencia. En un país con genética musical de abundantes tenores y pocas voces graves, es un agrado escuchar a un barítono que ha explorado su voz y la domina con holgura.
El Coro Sinfónico de la Universidad de Chile una vez más demuestra que las grandes obras son su vocación y deleite. Cada una de las cuerdas mostró un perfecto ensamble, y pese a la intensidad de la obra, supieron destacar cada pianissimo y el tempo preciso.
Carl Orff no imaginó que a partir de la primera función de Carmina Burana, esta obra diera tantas vueltas al mundo hasta llegar a Santiago de Chile, y desde su estreno en Frankfurt en 1937, hasta hoy en 2017, luego de 80 años, su fuerza pareciera intacta, como la de un joven juglar bailando y bebiendo en el siglo XIII mientras escribía los textos que la componen, ávido de disfrutar de la vida, tal como cada una de las miles de personas que repletaron en este frío invierno el Teatro de la Universidad de Chile.
Fotos: César Sepulveda
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