Por Jose Luis Arredondo A. //
Si la primera y más clara intención de la ópera es ser «teatro puesto en música», un ejemplo cabal es la partida de la temporada 2017 en el Municipal de Santiago.
«Jenufa» (estreno en 1904) es la tercera ópera en la producción del compositor, teórico y folclorista Moravo Leos Janacek (1854 – 1928), autor también de otros grandes títulos líricos del siglo XX, como son «Katia Kabanova», «El caso Makropoulos», «Las aventuras de la zorrita astuta» y «De la casa de los muertos».
«Jenufa» es una historia de amor y redención envuelta en trágicas circunstancias. Una obra teñida de dolor que narra el destino de una joven (Jenufa), cuyo amor se disputan Steva y su hermanastro Laca. La muchacha sufre bajo el dominio de su estricta madrastra (Kostelnicka), y sólo cuenta con la contención emocional de la anciana dueña del molino donde trabaja (Buryjovka). Jenufa está embarazada de Steva y este no muestra intención de casarse con ella, lo que para el pueblo chico donde viven, constituye un infierno grande. Esta circunstancia, con el niño recién nacido y oculto junto a la joven en casa de su madrastra para evitar el escándalo, desata una tragedia de proporciones, en la que la peor parte se la lleva el recién nacido (un niño que no llora desde que nació, o sea no da signos de vida, símbolo de la banalidad y vacuidad del padre – Steva- ), tragedia que solo al final Jenufa logra superar gracias a la llegada del verdadero amor.
En lo musical , la escritura de la obra responde cabalmente a la intención del autor de ser «una melodía del habla», Janacek no modificó el texto en el que se basa, el drama «Su hijastra», de Gabriela Preissová, lo que le confiere una intrínseca cualidad teatral. El músico afirmaba que el fin último de la música era «la verdad», y esto queda sobradamente de manifiesto en la acción de la pieza. La falta de versificación del texto, unida a una melodía que es el fiel reflejo sonoro de las tormentosas pasiones que mueven a los personajes, confiere una tensión que nos mantiene en vilo todo el desarrollo de la obra.
Al respecto Timothy Cheek, un especialista en la obra de Janacek, acota «El efecto logrado es el de una especie de dramaturgia del sonido, en la que hasta la mínima nota está pensada para contribuir a la tensión dramática, sin sacrificar en ningún momento la impresión de naturalidad de la obra». La música en «Jenufa», es la profunda expresión del alma de los personajes y eso se manifiesta en cada escena. El argumento resulta desolador y así lo hace sentir la partitura.
Pocas obras se ajustan más a lo que uno puede describir como «atmósferas de tensión dramática», que las que se respiran en esta ópera. La melodía fluye en un rió de continuidad, a veces quieto y profundo y otras correntoso, que no da tregua, y para plasmar toda esa lacerante riqueza musical es necesario abordar la pieza con energía y tensión, cosa que logra plenamente la Filarmónica de Santiago.
La conducción del maestro Konstantin Chudovsky da cuenta de la enorme calidad que logra cuando aborda el repertorio eslavo. Su dirección le imprime fuerza y brillo orquestal, sin dejar de lado la suavidad que de pronto se filtra en la partitura, cuando evidencia el dolor y los avatares de la protagonista u otro personaje. Chudovsky sirve en bandeja de plata toda la carga trágica y emotiva que contiene la obra y da el tono preciso de fuerza y sentimiento a una música que resulta de punzante y variada riqueza expresiva.
Labor que se ve totalmente reflejada en un elenco que, en su conjunto, llena el escenario con una entrega de enérgica calidad. Sin duda que una de las fortalezas del montaje es su parejo nivel de excelencia.
La soprano Dina Kuznetsova encarna con una nota de delicada fatalidad a Jenufa. Se advierte su experiencia en Janacek y construye su frágil heroína con enorme veracidad escénica y seguridad vocal. Hace visibles todos los estados por los que cruza la joven, desde el amor a la humillación y dolor. Un trabajo muy bien matizado y de gran credibilidad.
La Sacristana Buryjovka de la mezzo Tanya Baumgartner se impone como uno de los mejores trabajos que he visto en el Municipal de Santiago. Una mujer dura y enérgica , que a pesar de su dureza, evidencia rasgos de dulzura y sentimiento, lo que la humaniza, como lo perfila la música y el arrepentimiento final del personaje por el mal causado. Baumgartner encarna a la perfección la idea de Janacek de un habla cantada (y sobretodo actuada), dueña de un timbre acerado y brillante, y un gran volumen, dota a su rol de un sentido trágico de profundo alcance.
El tenor Thomas Juhas resulta un Steva totalmente ajustado al espíritu del rol. Un ser despreocupado, pusilánime y acomodaticio. Es el perfecto antihéroe de una historia que apunta en su rol a un machismo que abusa de su poder y posición. Juhas entra de lleno en la psicología del personaje y nos hace evidenciar lo nefasto y patético de su personalidad y de su accionar.
El tenor Peter Berger como Laca, se pone a la altura de Baumgartner y logra en conjunto las dos actuaciones que se pueden tildar de basales en esta puesta. Su Laca resulta muy heroico y emotivo, apoyado en agudos brillantes y de gran volumen, a lo que suma una enorme credibilidad escénica.
En el conjunto de voces nacionales, la mezzosoprano Lina Escobedo es una abuela Buryjovka entrañable, una labor redonda y de mucha seguridad. Al igual que la Karolka de la soprano Marcela González, intérprete que demuestra aquí enorme versatilidad, asumiendo un papel breve y exigente que requiere una cantante – actriz que proyecte energía y tensión en un lapso corto y apretado. Así mismo el capataz del barítono Javier Weibel, que vuelve a demostrar que es uno de los mejores intérpretes en su cuerda de nuestro país, Weibel siempre imprime potencia y seguridad escénica a sus trabajos, y esta no es la excepción. Su timbre robusto y de gran volumen, perfiló un rol muy viril y de claro perfil popular.
Completan un elenco de primer nivel, el bajo David Gáez como un Alcalde altivo y arrogante, que junto a su esposa (la soprano Paola Rodríguez), conforman una pareja que se sitúa como digna representante del poder local. Lo mismo la criada de la soprano Yeanethe Munzenmayer, el Jano de la soprano Yaritza Véliz. La Barena de la soprano Sonia Vásquez y la Tía de la Mezzo Miriam Caparotta. Roles, estos últimos, breves, pero encarnados con gran dedicación y calidad, lo que sin duda los eleva, singulariza y pone a la par de todo el conjunto. Lo mismo sucede con una fugaz pero brillante y sonora voz tras bastidores durante el tercer acto, a cargo de la soprano Francisca Cristópulos, a mi parecer, una de las voces chilenas con más proyección en el campo lírico hoy en día en nuestro país.
La guinda de la torta sin duda la pone la dirección escénica del maestro Jorge Lavelli. Una puesta en escena de significativa y depurada teatralidad, despojada de todo elemento o artificio que nos «distraiga» de la acción. Sin «decorados» y casi sin utilería, una escena solo vestida por la luz y la energía de los intérpretes. Dos paneles laterales y uno al fondo (de tono acerado, que evoca la dureza y frialdad del drama vivido por la protagonista) y que parecen encerrar a los personajes en su drama, son el marco escenográfico (concebido por Jean Hass) de una acción concentrada en la historia mas que en el contexto. Lavelli soslaya toda alusión local o costumbrista y se enfoca en el drama humano, más allá de una época o lugar. El director argentino se maneja aquí netamente con códigos teatrales, y si bien no se puede tildar de «vanguardista» su puesta en escena, tiene el valor de lo que huye de la modernidad gratuita o caprichosa. Todo está pensado en base a poner en escena el significado más interno de la acción, eso la hace atemporal y le confiere universalidad. A mi parecer un ejemplo de lo que hoy en día debe ser un montaje de ópera.
En esto queda totalmente secundado por el excelente diseño lumínico de Roberto Tiraferri y el propio Lavelli. Y el vestuario de Graciela Galán, que recreando sutilmente una forma rural, en linea básicas y contrastes de color (blanco y pastel para el pueblo, negro para los protagonistas en algunas escenas), se integra a cabalidad en la estética general de la propuesta.
«Jenufa» es un brillante punto de partida para la temporada lírica 2017 del Municipal de Santiago. Un inicio que debiera merecer todo el reconocimiento de la crítica y el público.
Funciones el 12, 15, 17, 20 y 22 de mayo a las 19 hrs.
Crédito Fotos: Patricio Melo.
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