Por José Luis Arredondo A. //
Qué niño o joven jugando en una multicancha de población, o de tierra en una zona rural, no ha soñado con ser el nuevo Alexis Sánchez o Arturo Vidal mientras celebraba el gol recién convertido. En el Chile de la brutal desigualdad, el deporte se convirtió en un camino para torcer la mano al destino, ese que dicta tu futuro apenas naces, ya que desde la cuna se puede avisorar cómo será tu vida, todo depende del colegio donde estudias y de los círculos que frecuentas. En el país de la falacia que llaman meritocracia, convertirse en un deportista de éxito puede ser la diferencia entre la pobreza y la riqueza, entre una vida consumida en malos y mal remunerados trabajos y una existencia de lujos para ti y tu familia.
Por eso «El pajaro de Chile», apodado así porque vuela por los caminos en su bicicleta, le torció la mano al destino, y de una vida de carencias y abandono materno, ha pasado a ser una estrella del ciclismo profesional, reconocido, admirado, querido, y sobretodo necesitado por su padre, que ha sido papá y mamá para el, su única familia en ese nido sureño lleno de cuidados, cariño, y el recuerdo vago de una madre que abandonó el hogar dejando un único recuerdo, un libro ajado y al que le faltan hojas, pero que el pájaro conserva y cuida con afecto a pesar de todo, una edición de las «décimas» de Violeta Parra. Desde el momento en que el pájaro se subió su bicicleta y se hizo campeón, la vida para el cambió, aunque no todo lo bien que se pudiera esperar, y el tiempo y los problemas heredados de su pasado de carencia, le pasarán la cuenta tarde o temprano.
«El pájaro de Chile» (Leyla Selman), es una obra que bucea en el país profundo, la nación de raíces campesinas y hogares marcados por la pobreza y las dificultades, la tierra con casas de madera y techos rotos, donde sólo un golpe de suerte puede sacarte adelante y no hacerte sucumbir a un destino aciago. El texto de Selman da cuenta de una realidad social patente, aunque no muy visible para toda la sociedad, y lo hace alejado de una visión de realismo social para adentrarse en lo que puede ser una alegoría musical, el retrato de una cruda realidad que vuela en alas de la música de Violeta Parra y su profunda raigambre chilena. En este aspecto es una pieza de profundo perfil y sentido nacional, cada personaje está configurado desde algún aspecto inequívocamente nuestro y la problemática resulta plenamente identificable con nuestra realidad más dolorosa como cuerpo social. Esa realidad que nuestra insigne artista cantó y denunció, guitarra en mano, después de recorrer nuestros valles y cerros por años, empapándose de la realidad del pueblo y haciendo de su obra musical un abismal retrato de nuestro ser colectivo.
En sí la obra de Selman no es de muy alto vuelo y en lo dramatúrgico adolece de un ritmo plano y por momentos reiterativo, pero la acertada dirección de Rodrigo Pérez lo energiza y dota de los necesarios elementos teatrales para hacer de su puesta en escena un valioso trabajo artístico. El montaje vuela arropado en una música muy bien ejecutada en vivo, y con un barniz de distanciamiento (la convención de «cuarta pared» desaparece y todas las escenas se organizan frente al espectador) que no resta emoción a la entrega por parte de un elenco que se ve totalmente empapado y comprometido en la propuesta.
Valioso trabajo colectivo musico-teatral, que rescata para vista de todos una realidad de profunda raigambre popular, y lo hace en alas de la obra musical de una Violeta Parra hija de ese pueblo que la obra representa, y en una propuesta de buena calidad teatral.
«El pajaro de Chile». En el Centro Cultural GAM. del 7 al 30 de abril. Viernes a Domingo a las 19:30 hrs. Entradas $ 5.000.- y $ 3.000.- Más info en http://www.gam.cl
Dirección Rodrigo Pérez
Dramaturgia Leyla Selman
Elenco Leslie Sandoval, Francisca Díaz, Patricio Ruiz, Mauricio Agüero, Marco Camus, María Isabel Czichke, María José Yáñez, Priscila Barba, George Swaneck, Sebastián Torres, Cristian Fierro, Cristóbal Troncoso, Nery Valenzuela, Enzo D’Arcangeli y Leyla Selman
Diseño sonoro Cristóbal Troncoso
Diseño de iluminación Enzo D’Arcangeli
Producción de arte María José Mendoza y Juan Ríos Molina.
Productor Juan Ríos Molina
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