«El Inspector»: Nikolai Gógol y el retrato de un Chile cómico, corrupto y desigual

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Por José Luis Arredondo Alvarez //

«Pinta tu aldea y serás universal», nos aconsejó una vez León Tolstoi, también podemos decir «Pinta tu tiempo y serás eterno», ya que pocas cosas más contingentes que el pasado y más actuales que los vicios humanos en toda época y lugar.

Si alguna duda cabe es cosa de revisar la permanente vigencia de clásicos como la obra «El Inspector General» del ruso Nikolai Gógol (1809 – 1852), una pieza publicada en Rusia el año 1836 y que cobra quemante actualidad en un Chile que nos acostumbró, peligrosamente, a la idea de que la corrupción y la desvergüenza se adueñó de gran parte de quienes detentan cargos de poder, desde un simple concejal municipal hasta un uniformado del más alto rango.

La alcaldesa, de rubia y risada cabellera, dormita sobre la mesa de reuniones de su municipio, su sueño no es tranquilo y su tez bronceada no oculta la preocupación que le causa la anunciada visita de un inspector que el poder central ha enviado al pueblo para informar sobre el «estado de las cosas» en esa localidad.

Preocupación que es compartida por todas las demás autoridades, ya que de ser descubiertos en sus delitos, corren la suerte de ser despojados de todos los beneficios que malamente se han adjudicado. La dirigencia del pueblo lleva tiempo entregada a la más aberrante corrupción, han normalizado el cohecho y la codicia, a la vez que descuidado por completo el bienestar de la población que sufre su despilfarro y abuso.

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Los problemas parten cuando el aviso de esta inesperada y no deseada visita, gatilla un equívoco de proporciones, ya que la llegada del inspector coincide con el paso de un bribón, jugador y frívolo, que deambula por la localidad después de haber perdido todo el dinero que tenía en una partida de cartas. Los funcionarios confunden a este personaje con el inspector, que va de incógnito, lo que se presta para toda suerte de confusiones y equívocos, el grupo de corruptos se empeña en congraciarse con el supuesto inspector con toda clase de dádivas, desde dinero hasta alojamiento y fiestas, y el bribón, que se da cuenta de la confusión, se deja querer para sacar el mayor provecho posible, ya que se encuentra en bancarrota.

Lo peor es que esta hilarante situación, revestida con un humor negro, contingente y bastante ácido, y que sirvió a Gógol para denunciar el nivel de corrupción de la Rusia zarista, calza como guante en nuestra realidad actual. Un democrático Chile que no está regido por un zar todopoderoso, pero que ha caído en manos de una clase política y empresarial que normalizó las malas practicas, como una negra herencia de la dictadura cívico militar de derecha, es cosa de ver las noticias a diario para enterarse de malos manejos y abusos a todo nivel, desde el más humilde funcionario municipal al más elevado cargo en alguna rama de las fuerzas armadas o de otro poder estatal.

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Los integrantes del grupo «La Renuncia Teatro», jóvenes egresados del «Club de Teatro de Fernando González», juegan sus roles de excelente forma a partir del estereotipo en la construcción de cada papel, reflejan muy bien la desesperación de los personajes ante la posible inspección de sus delitos. El vértigo de la acción, que casi no da tregua en su ritmo, está muy bien manejado por todo el conjunto. La dirección escénica pone el acento en la distorsión a la que ha legado ese grupo humano y el desparpajo con el que actúa para conservar sus privilegios, una distorsión que los ha despojado de humanidad, convirtiéndolos en caricaturas presas de la ambición de dinero y poder. Las situaciones son reconocibles en nuestra actualidad y las asociaciones surgen con facilidad y claridad. La máxima autoridad del pueblo viene a ser una síntesis entre las alcaldesas Cathy Barriga y Evelyn Mattei y el bribón es una suerte de Rafael Garay jugándosela por salir de sus aprietos.

Un trabajo redondo y bien llevado, que pone el dedo en la llaga sobre el estado de nuestra realidad política, en una propuesta fresca, bien ejecutada y muy lúdica. Una vez más el teatro evidenciando que el emperador va desnudo y una vez más un clásico poniendo de manifiesto que no hay nada más actual que el pasado. Valiosa lectura y rescate de un autor que debiera estar más presente en nuestra cartelera teatral.

«El Inspector» de Nikolai Gógol. Compañia La Renuncia Teatro. Elenco: Paula Abarca, Tomás Ahumada, Carlos Castañeda, Ignacia Cordero, José Manuel Echaurren, Loreto Espinoza, Consuelo Ibarra, Valeria Leyton, Daniela Leiva, Natacha Oyarzún, Micalela Quaroni, Fernando Rosselot y Macarena Torrent. Diseño Integral de Felipe Olivares. Diseño Musical de Daniel Marabolí. Equipo Técnico: María Ogno y María Jesús Morales. Dirección de Aliocha de la Sotta.

Del 6 al 9 y del 14 al 16 de abril a las 20:30 hrs. en la Sala Ana González del centro Cultural Estacion Mapocho. Entradas $ 6.000.- y $ 3.000.-

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