Por Jose Luis Arredondo A. //
A toda orquesta y con un Movistar Arena repleto y que coreó todas y cada una de las 36 canciones que componían el concierto, Raphael demostró, en 3 horas ininterrumpidas de música, que a sus 73 años sigue siendo «Er niño» que conquistó el mundo de la canción a mediados de los sesenta con un estilo único e irrepetible. Raphael es en el mundo de la música hispana lo que fue Sinatra en el de la música anglo: un estilo en si mismo.
Lo de la noche del sábado 4 de marzo fue un espectáculo que tuvo mucho de cita familiar, la mayoría del publico, casi 18.000 personas según las estimaciones, son fans incondicionales del cantante español, un público que creció con sus canciones y que las puede cantar junto a el una a una, es una audiencia fiel, que lo ha seguido siempre y ha asimilado todas las etapas de un artista que ha ido moldeando, a medida que pasan los años, un repertorio que cada tanto suma algún nuevo éxito que añadir a la lista. En este sentido el show no reviste en si una gran novedad, son temas que conocemos muy bien y el mayor interés era comprobar, en vivo y en directo, qué tal se acomodaban sus mayores éxitos al formato sinfónico.
Y la prueba se pasó en forma totalmente exitosa, gracias sobretodo a que la mayoría de los temas interpretados son composiciones del afamado Manuel Alejandro (1933), notable compositor, director, arreglista y orquestador, y responsable en gran parte de la notable carera de este interprete, lo que de por si deja ver claramente ya en la composición original, la semilla sinfónica. Aquí el sonido se expande y enriquece con cada grupo instrumental para lograr un efecto de majestad y exaltación en canciones ya íconos del repertorio Raphaeliano: Yo soy aquel, Cierro mis ojos, Amor mío, Desde aquel día, Cuando tú no estás, No puedo arrancarte de mi, Qué sabe nadie y Enamorado de la vida, entre tantos más que pavimentaron el camino a la fama de «Er niño» nacido en Linares (España).
La voz del artista ya no es la misma, no puede serlo en una carrera que está a punto de cumplir 69 años (empezó a cantar regularmente a los 14 años), pero suple con técnica, y sobretodo garra y energía, lo que el tiempo le ha restado para alcanzar esas notas que quedan muy altas o esas frases que se extienden más de lo que hoy puede sostener. Por otro lado eso mucho a su público no le interesa, lo ve a estas alturas como a un amigo con el que ha transitado gran parte de tu vida y ha envejecido a la par, tampoco nosotros somos los mismos de cuando lo vimos por primera vez en vivo y directo, en un Teatro Caupolicán repleto, como el Movistar de esta cita, una noche a fines de la década del sesenta. Cuando Raphael Martos ya deslumbraba al mundo con una de las mejores y más singulares voces que ha dado España hasta hoy.
Poco queda ya del joven que inicialmente imitaba en su fraseo a Lucho Gatica, Er Niño ya es un adulto mayor que a fuerza de empuje y reinvención sigue vigente para sus fans de toda la vida, hoy Raphael es en cierta forma un cisne que parece decidido a no morir mientras canta. Un artista que hace lo que quiere en un escenario porque es un lugar que ya conoce hace 59 años. Ya nadie necesita pruebas de su calidad, su show sinfónico no está pensado para imponer una nueva canción ni buscar un nuevo éxito o la aprobación del público, es simplemente una ocasión para demostrar que ya sea acompañado de una guitarra (Gracias a la vida, Cuando llora mi guitarra, Para que no te enfades, Que nadie sepa mi sufrir), un piano (Por una tontería, Volveré a nacer), o acompañado de la Orquesta Filarmónica de Chile (dirigida por el maestro Rubén Diez), Raphael sigue siendo aquel, sea cual sea el formato en el que se presente. Un clásico en el más completo sentido del término. Un espectáculo redondo de principio a fin, con un cuidado diseño de luces y que ha pesar de un excesivo volumen y por momentos deficiente amplificación, logró mantener la atención del público por las casi 3 horas que duró la cita. Por lo visto hay Raphael para un buen rato más todavía.
Video con parte de su presentación
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