Una ópera ‘Otello’ que hace historia en el Teatro Regional del Maule

otello
El tenor Giacarlo Monsalve, como Otello, y la soprano Paulina González, en rol de Desdémona, en un momento del tercer acto de la ópera ‘Otello’ en Talca.

Por José Luis Arredondo A.

Hace rato que en materia de ópera Santiago dejó de ser Chile, y la guinda de la torta la acaba de poner el Teatro Regional del Maule en Talca, con una producción del «Otello», de Giuseppe Verdi, de absoluto nivel internacional.

Mi obra favorita del maestro italiano es una pieza músico-teatral en la que el estilo verdiano encuentra su máxima expresión, con un conjunto de melodías de enorme belleza y expresividad lírica y dramática, que reflejadas en arias, dúos y concertados, dan cuenta de una obra de total madurez estilística.

A todo esto se suma el hecho de que contiene en sí aspectos ya sugeridos o desarrollados por la revolución wagneriana: un acotado, aunque claro y expresivo uso del leit motiv -o motivo conductor- y una firme tendencia hacia la continuidad musical (la melodía infinita). Asimismo, tenemos una orquestación de una amplitud sonora como sólo el genio alemán consiguió en ópera, sobre todo en la sección de los vientos.

En ‘Otello’, el libreto del también compositor Arrigo Boito logra condensar toda la fuerza trágica del original shakespereano al potenciar y concentrar el conflicto central (Otello y su camino a la locura y al crimen por los celos infundados hacia Desdémona), con la figura omnipresente del malévolo Yago como artífice de la desgracia y culpable de la tragedia. En este punto, es notable la inclusión, creación propia de Boito, del «Credo» del segundo acto, un aria en la que Yago justifica vilmente su maldad por el hecho de ser un hombre, hecho a imagen y semejanza de un Dios cruel.

La versión que apreciamos en el Teatro Regional del Maule, en la ciudad de Talca, el pasado 18 de noviembre, la inscribo entre lo mejor que se ha hecho con esta obra maestra verdiana en las últimas décadas en Chile. En esta producción, se conjugaron elementos de primera calidad técnica y artística para dar como resultado una versión que califico de histórica en nuestro medio.

El Moro que interpreta el tenor nacido en Valparaiso, Giancarlo Monsalve, refleja toda la atávica animalidad del personaje y, al mismo tiempo, su indefensión ante la intriga del envidioso, y ávido de poder, Yago. Monsalve recoge la fuerza expresiva de unos Otellos referenciales para dibujar el suyo: la animalidad y tormento de un Ramon Vinay, la fuerza y brillantez sonora de un Mario Del Mónaco (con esa emisión acerada y de agudos firmes y sonoros) y la ductilidad escénica de un Plácido Domingo. En Talca hubo ovación de pie para este joven intérprete chileno que demuestra estar en las ligas mayores del canto a nivel mundial. Un debut memorable en Chile y en el rol, al más alto nivel.

La soprano Paulina González ha ganado en aplomo desde su anterior Desdémona -interpretada en el Municipal de Santiago en 2014- y posee dominio total de cada nota en toda la extensión de su registro, junto a unos pianissimos de gran belleza y seguridad. La experiencia hace al maestro, y la González está totalmente empoderada del rol, vocal y escénicamente. Delicada y sufrida, con la debida intensidad y desgarro en la entrega de su trágica heroína.

El barítono argentino Leonardo Estévez es un Yago elegante y siniestro, un ser inteligente que hace caer en sus redes al buen salvaje que es este Moro de Venecia. Esto enriquece la lectura del rol y contrapone con claridad dos fuerzas y dos naturalezas disímiles y profundamente humanas. El timbre de Estévez, ligeramente oscuro y robusto, se presta bien a este gran papel verdiano, y cuenta con una excelente zona media, muy expresiva y bien matizada, para configurar el papel desde la frialdad y el refinamiento.

No fue menos el Cassio del tenor Leonardo Navarro; su registro claro y de agudos brillantes dio el tono exacto del joven e ingenuo militar que se contrapone a la oscuridad de Yago y su intriga. Con buen desempeño escénico, se le vio cómodo y seguro en su labor.

Completan el cuadro de excelencia la Emilia (doncella de Desdémona y mujer de Yago) de Carolina García-Valentín, un rol que gana en intensidad a medida que avanza la obra y que la soprano aborda con comodidad. Lo mismo el Ludovico de Arturo Espinosa, el Roderigo de David Contreras y el Heraldo de Daniel Cáceres.

Punto altísimo de las funciones en el TRM fueron la entrega de la Orquesta Clásica del Maule (que aumentó su volumen con músicos invitados en su conformación) dirigida por el maestro Francisco Rettig. Una partitura de esta envergadura, complejidad y riqueza expresiva, llena de lirismo y dramatísmo, necesita una batuta experta y firme, y aquí la hubo con Rettig. Cada sección -maderas, vientos, percusión- aportó con expresividad, evidenciando la brillante orquestación y entrando a fondo en la amplitud sonora que dibuja la tragedia, reflejo de las pasiones desatadas que brotan de esta ópera.

A la par corrió la Camerata vocal Vox Lumini,  muy bien dirigida por Isabel Fredes, y que para ésta ocasión contó con refuerzos de la capital – voces del Municipal de Santiago y otras, bajo la preparación del maestro Pablo Ortíz . La masa coral tuvo total ensamble para los momentos de dramático forte como para los líricos, excelente manejo de los volúmenes y matíces y buen desempeño teatral.

En el plano de la puesta en escena, brilló la calidad del soporte digital -obra de Alvaro Lara- que dibujó con expresiva belleza los ambientes creados por Patricio Pérez (escenografía e iluminación). Fue un aporte de las nuevas tecnologías que ayudan a depurar la escena y la dotan de expresividad sin tener que poblar el escenario de utilería y corporalidad. Las vistas del mar en quietud o tormenta y el cielo azul o estrellado con gran luna, nos sumergieron en la poesía de la obra.

El vestuario, aportado por el Municipal de Santiago, lució elegante y colorido, a momentos fastuoso y siempre integrado muy bien a la estética general.

Bien la dirección escénica de Rodrigo Navarrete, para mover con limpieza y exactitud a los solistas y el conjunto.

Fue este un ‘Otello’ verdiano que hace historia y marca un hito en la lírica nacional, un enorme y logrado esfuerzo que llegó a excelente puerto y que el público premió con sala llena y aplausos de pie en las dos funciones que se ofrecieron.

Desde ya la anoto como una de las mejores experiencias líricas que hemos visto en Chile, prueba concreta del enorme talento de nuestros artistas y la comprobación de que es posible estar a la par de los grandes teatros del mundo no sólo en Santiago.

 

 

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