Ópera «Las Indias Galantes» en Rancagua: Exotismo barroco

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Por : Jose Luis Arredondo

Estrenada en 1735, la ópera «Las Indias Galantes», del compositor francés Jean-Philippe Rameau (1683 – 1764), es una de esas obras nacidas en épocas de gran refinamiento, el cénit del barroco, en la que todo el arte buscó la belleza como norte absoluto de sus propuestas. En este sentido la obra es un ejemplo cabal de ese afán de poner el concepto de lo hermoso como centro de la propuesta.

La pieza lírica más conocida de Rameau (junto a «Platée») es un viaje fantástico a mundos lejanos e idealizados. Aquí Turquía, el Perú inca, Persia y América del Norte son tierras exóticas y de rasgos míticos que sirven de pretexto para ambientar bucólicas historias que tienen a los encuentros y desencuentros amorosos como centro y motivo final de una pieza que busca lo bello, lo emotivo y lo feliz como logros superiores del alma y espíritu humanos.

Cuatro jóvenes de cuatro naciones europeas aliadas (Francia, España, Italia y Polonia) son arrastrados a la guerra por Bellone, diosa de la guerra y hermana de Marte, abandonando el Amor representado por Eros y Hebe, hija de Zeus. Éstas, desilusionadas del abandono de que son víctimas en Europa, emigran entonces, simbólicamente, a países lejanos.

De ahí en más, Rameau nos lleva por parajes lejanos y exóticos, mundos alejados del concepto de civilización europeos y donde la belleza, o la naturaleza mejor dicho, toma ribetes míticos e ideales para narrar historias de enredos amorosos (encuentros y desencuentros de parejas) que después de algunos traspiés siempre encuentran un final feliz.

Esta es una obra que por forma y fondo está entre lo más representativo de la música barroca europea del siglo XVIII y que, a pesar de su popularidad en su país de origen, no es muy frecuentemente representada fuera de Europa.

Prueba de esto es que no son abundantes los registros audiovisuales que podemos encontrar de ella. Por eso resulta todo un acontecimiento artístico que el Teatro Regional de Rancagua haya incluido esta obra en su actual temporada de ópera. Es una iniciativa que debe ser aquilatada en todo su valor, ya que poner en escena una ópera como esta en Chile era virtualmente impensable hace un tiempo.

Excelente nivel musical 

La versión que se estrenó en Rancagua brilla en lo musical gracias a la labor de la Orquesta Barroca Nuevo Mundo, dirigida por el argentino Marcelo Birman, y un excelente grupo de solistas nacionales que junto al coro dirigido por Paula Torres fueron los puntos altos de la velada.

La orquesta exhibe un sonido barroco químicamente puro, con instrumentos de época y una textura y color musical totalmente apegado  al estilo. Así configuran una versión historicista de enorme belleza y pulcritud melódica. Birman junto a sus músicos y coro entrega toda la riqueza de la música de Rameau, y consigue que, con cada armonía y ritmo, el público disfrute de una pieza extensa (más de tres horas de música) en la que abundan detalles de refinado sonido y hermosa cadencia.

Los cinco solistas (todos chilenos) consiguen, en su conjunto, una entrega de enorme calidad y valía en una obra que requiere depurada técnica y conocimiento del estilo para ser bien interpretada, sumando el que deben hacer gala de una excelente pronunciación del francés, idioma de por sí muy musical y de refinado tinte que corre a la par de la melodía.

La soprano Madelene Vásquez (quien interpreta los roles Hebe/ Phani/ Fatime y Zima) está totalmente a la altura del desafío y sale más que airosa. Su entrega es modelo de belleza y técnica en el estilo, en un trabajo redondo y cien por ciento destacable en todo aspecto. Joven interprete de madura técnica y gran agudeza para enfrentar una partitura de las que no se frecuenta muy a menudo en nuestro país, Madelene destaca especialmente, ya que demuestra tener las suficientes herramientas para enfrentar papeles solistas de gran dificultad.

La soprano Patricia Cifuentes (Emilie/ Zaire/ Amour) sobresale una vez más por su hermosa y expresiva voz, a la que une una técnica que hace calzar a la perfección dentro del estilo requerido. Esta vez se la ve cómoda y empoderada tanto en lo musical como en lo escénico, y es aporte fundamental al nivel de excelencia que se vio en todos los solistas.

El barítono Patricio Sabaté (Osmán/ Adario), como siempre aporta calidad y experiencia. En este ocasión, su trabajo es expresivo y bello, un canto noble y refinado que configura en la mejor forma cada personaje. A lo musical, Sabaté suma un sólido desempeño escénico.

El tenor Exequiel Sánchez (Valere/ Carlos/ Tacmas/ Damon) entra de lleno en la obra, y por musicalidad, dicción y pronunciación, es un aporte fundamental para transmitir toda la riqueza y belleza de la pieza. Es un entrega que lo confirmo como un tenor de enorme proyección y valía.

Finalmente destacamos la labor del barítono Ricardo Seguel (Bellone/ Huáscar/ Alí/ Alvar), un cantante de absoluto nivel internacional y que vuelve a deslumbrar con su voz de enorme calidad y expresividad, atributos que corren a la par de su siempre solvente desempeño escénico.

La dirección escénica de Martín López Martinelli y Marcelo Vidal, apoyada en la visualidad creada por Germán Droghetti y David Baeza, opta por una visión ecléctica y naif de la obra, que recurre mayormente a la técnica del «Teatro Negro» y proyecciones en una pantalla situada al fondo del escenario. El problema es que estas dos estéticas no logran constituir una unidad estilística y se perciben como un concepto que no cuaja del todo escénicamente.

Al debe igualmente la iluminación de Jorge Fritz y el vestuario, que resultaron deslucidos en su intento de crear atmósferas en las que prima el elemento fantástico, colorido y refinado.

Más allá de estos detalles, ‘Las Indias Galantes’ es un espectáculo muy destacable y valioso por el aporte que significa a nuestra cartelera presentar un título de estas características. De alguna forma, del Teatro Regional de Rancagua está haciendo historia y eso se agradece y aquilata en todo su valor.

«Las Indias Galantes» de J. P. Rameau. Teatro Regional de Rancagua. 10 y 11 de junio de 2016.

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