‘Otello’, de Verdi: ópera cúlmine de poderosa intensidad

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Por José Luis Arredondo A.
@arredondo3

Antes de «Otello’, estrenada en 1887, la última ópera compuesta por Giuseppe Verdi había sido ‘Aida’ (1871). Pasaron 16 años entre una y otra, 16 años en los que el compositor decantó y asimiló toda su obra operística anterior y de alguna forma se replanteó los rumbos a seguir.

Por un lado ningún proyecto logró entusiasmarlo lo suficiente como para volver a componer durante ese periodo; por otro, con 74 años de edad y un gran patrimonio acumulado, él ya se sabía una leyenda musical viviente, que no tenía nada más que demostrar al mundo. Fueron 16 años en los que Verdi fraguó la que sería su obra más lograda y cumbre de su arte.

Con ‘Otello’ (la penúltima de sus óperas), Verdi lleva a la cumbre su estilo en un perfecto maridaje con la influencia de los postulados básicos del genio alemán Richard Wagner.

La idea de melodía continua y el leit motiv o motivo conductor encontraron en esta ópera el mejor recipiente, donde la estética musical Verdiana volcó todo lo aprendido en una vida de composición. Para ello contó con uno de los libretos de más acabada perfección en la historia de la lírica, pieza de joyería literaria que el poeta, escritor y compositor Arrigo Boito (1842-1918) supo articular a partir de la tragedia homónima de William Shakespeare.

El ‘Otello’ de Verdi resultó así una obra de profunda teatralidad, reflejada en un conjunto de personajes de gran finura sicológica, que por su fuerza e intensidad han logrado convertirse en arquetipos: Otello el celópata por antonomasia; Yago, el mal encarnado y la envidia hecha carne; y Desdémona, la víctima inocente y pura de la intriga y la violencia.

Esta ópera fundamental llegó al Teatro Municipal de Santiago como su cuarto título de la temporada lírica 2014, en una versión que, en su presentación con elenco internacional, conjugó elementos muy logrados con otros que quedaron al debe en varios aspectos.

El tenor lituano Kristian Benedikt construye un Otello de fuerte carácter y dureza casi extrema. Posee un rotundo material vocal que apoya en una emisión de buen volumen, acompañada de un timbre más bien oscuro que resalta los aspectos guerreros del personaje. Es un Otello heroico, que aún en los momentos de duda o debilidad no muestra la debida fragilidad y que, por resultar demasiado «fuerte» en todos los aspectos, apenas consigue humanizar el rol. Se echa de menos una linea de canto más musical, y quizás un poco menos dramática, que conecte con el estilo propiamente verdiano. Quizás si Benedikt lograra incorporar algunos otros elementos a su propuesta (estoy pensando en un Bergonzi hace años y en un Alagna hoy en día), su trabajo adquiriría más relieves líricos y riqueza musical y teatral.

El Yago del barítono azerí Evez Abdulla ofrece un excelente material vocal y buenas dotes actorales. Tiene buen color tímbrico, brillante, y su desempeño escénico es solvente; sabe dominar las escenas, si bien podría trabajar más ese aspecto hipócrita y servil que exhibe ante el Moro en los pasajes donde lo engaña y predispone contra Cassio y Desdémona.

La Desdémona de la norteamericana Keri Alkema es el punto alto de esta versión. La soprano posee excelente volumen, muy buen manejo de la zona media y rotundos y brillantes agudos, con mención especial a sus pianissimos que configuran de cuerpo entero su rol, la desdichada víctima de las intrigas de Yago y los celos de Otello. Alkema suma a estos méritos un sólido desempeño escénico, y de especial belleza expresiva resultan, en el cuarto y último acto, su Canción del Sauce y el Ave María.

La musicalidad que extrañamos en el personaje de Otello la aporta el Cassio del tenor chileno Sergio Járlaz, cuyo timbre brilante, buen volumen y técnica bastante desarrollada, le permiten configurar un personaje noble y creíble. Merecen también menciones Evelyn Ramírez como Emilia (a pesar de notorios problemas de volumen en su escena del pañuelo junto a Yago en el segundo acto), el tenor Claudio Fernández como Rodrigo, y Sergio Gallardo como Montano.

Punto altisimo resulta la dirección orquestal de Antonello Allemandi, quien supo extraer de cada nota toda la riqueza conceptual y cromática que Verdi vertió en la partitura. La música configura la tragedia desde los sonidos oscuros y profundos de bronces y cuerdas hasta los golpes inclementes de una percusión que acentúa el destino aciago de los personajes. Destacables por su notoriedad y calidad orquestal resultan el dúo del primer acto «Gia nella notte densa», el Credo de Yago y las arias «Dio mi potevi…» y «Niun mi tema» de Otello, estremecedor y emocionante final de la ópera con claras reminiscencias del final del «Tristán e Isolda».

El punto debatible llega por cuenta de la puesta en escena del argentino Pablo Maritano, quien parece preso en un dispositivo escénico (obra de Enrique Bordolini) que puebla en exceso de elementos la escena. Estos, más que apoyar el drama, le restan fluidez y limpieza a la acción. Se entiende que la intención es «homenajear» el periodo Isabelino (en un momento aparece hasta la Reina Virgen en escena) pero replicar el Teatro El Globo shakespereano sobre el escenario satura visualmente y resta capacidad de movimiento a solistas y coro -notoria es la dificultad con la que se mueve este último dentro de la escenografía.

Con todo, esta es una producción que funciona, que consigue ‘peaks’ de gran impacto y que logra involucrar al espectador en el vértigo de emociones que expresa la magistral partitura de Verdi.

‘Otello’, de Verdi, estará en escena en el Teatro Municipal de Santiago hasta el próximo 14 de agosto.

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