He ido las últimas tres o cuatro versiones de la Feria ChACO y me aburrí.
Acá el por qué:
ChACO es una obra de Arte en sí misma, no por el valor artístico de las
obras que contiene (que lo poseen), no por la supuesta «experiencia»
artística que plantea, no por esa invitación a «sentir» el Arte
contemporáneo, sino porque es un verdadero espectáculo antropológico: una
muestra, no gratuita, de todo lo que el Arte contemporáneo NO debería ser.
ChACO representa la idea del Arte como industria, como negocio y como
espectáculo. Entiendo perfectamente que el sentido de la feria es
económico. Pero aún así, no solo se podría ir más allá, a generar
reflexiones y a potenciar un acercamiento entre el Arte contemporáneo y el
público no instruido (que no se logra con un par de visitas guiadas), sino
que el como está concebida la feria erosiona al Arte, transmuta sus
valores: Aquí el sentido del Arte contemporáneo no es remecer y estremecer,
convulsionar o conflictuar y hacer reflexionar al espectador, invitarlo a
sentir. No. En ChACO las obras se ven arrebatadas de estas propiedades. En
esta feria, los únicos valores son lo anecdótico y los apellidos: mientras
más entretenida o más irónica sea una obra, o más familiar sea el apellido
del artista, más valiosa es la pieza. El problema es que el Arte es, y
debería siempre ser, mucho más que eso.
No soy estúpido, sé que ChACO es una instancia dirigida a una elite y que
tiene sus virtudes, como ser una plataforma de exposición y transacción
para artistas consagrados (y no tanto).
El problema, es que una feria de Arte contemporáneo que te invita a «sentir» el Arte contemporáneo, debería
ser MUCHO más de lo que es ChACO.
Jorge Barbé Paiva
@jorgebarbe
Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile.
Profesor en Educación Media, mención Historia, Universidad Finis Terrae.
Candidato a Magíster en Historia del Arte, Universidad Adolfo Ibáñez.
Si te gusta este contenido, déjanos un comentario