El bochorno no proviene de una arquitectura algo desvinculada del entorno, ni por lo magnífico o colosal de las estructuras, sino por un detalle que pasa inadvertido, pero que a mi juicio constituye una verdadera afrenta a la esencia de quienes han llevado el arte en nuestro país más allá de nuestras fronteras.
Basta con darse una vuelta por ahí y percatarse que en ninguna de las calles que componen el barrio existen esculturas, intervenciones ni propuestas que logren darle al sector un aíre algo más humano (ni siquiera hay bancas!! Como si la prisa fuera lo único relevante).
Sin embargo cada edificio tiene su propio nombre, y no aluden precisamente a grandes economistas ni empresarios exitosos -esos que dan cátedra de cómo generar fortunas, o incrementar y amasar el capital-, sino que aluden a artistas!!! El edificio Neruda, el Mistral, el Arrau, el Huidobro. Y no existe ni siquiera una obra de arte, un grabado, una pintura, o un poema tallado a piedra.
Los entusiastas empleados deambulan por ahí, sin tener ni la más mínima idea que estas colosales estructuras llevan por nombre a artistas que son fundamentales en nuestra historia, tradición y cultura (igual de colosales que los edificios que dan refugio a sus anhelos diarios). Pero nadie, absolutamente nadie, parece escandalizarse al entrar al edificio Arrau y no observar un piano en el hall de distribución, o siquiera una mención humilde que nos recuerde día a día quien fue Claudio Arrau.
Qué diría la Gabriela (si me perdonan la expresión), si viese el manoseo grotesco que hacen algunos para darle prestancia a sus negocios sin siquiera hacer una mención honrosa de su trabajo. El tema es tan insoportable que hace unos días, en una conversación, un abogado que trabaja en otro sector me dijo «Oye, tú trabajas en el lugar de los edificios con nombre de pisco!!». Escandaloso, por decir lo menos.
Los empresarios por mutuo proprio no harán nada. Si no tiene rédito económico, no parecen motivarse (imagino que está bien que así sea).
Cada mañana que ingreso al «Arrau», lugar donde trabajo, imagino qué sería de cada trabajador -muchos de ellos con escaso acceso a la cultura, no obstante lo pomposo de todo esto-, si hubiese una temporada de piano, donde por un mes, por ejemplo un joven pianista interpretase diversas obras en un piano, ubicado en el hall de acceso (bastante grande y acústico), entre 8 y 9 hrs. Imaginas cuánto cambiaría el ánimo de cada uno al oír algo así. O un conjunto de cuerdas, dando vida al ingreso de la primavera.
Una escultura en honor a Neruda, una exposición de pinturas. Hay un edificio «Matta», sin siquiera un lienzo panfletero!!!
Este texto sólo busca intentar generar eco en alguien que pueda interesarse en este tema. Yo no tengo las destrezas, ni el conocimiento ni menos las redes que me permitan llevar esto a cabo. Creo que éste es un lugar donde hace falta vincular aspectos que extrañamente tienden a separarse: el arte del trabajo. Como si ser pianista, cellista o escultor fuera un hobbie, mientras que junior, recepcionista o ingeniero un «verdadero» trabajo.
Saludos y desde ya gracias por leerme.
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